Capítulo 8

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Las reglas

Después de esa absurda charla de veinticinco palabras el cavernícola de su esposo la había dejado sola perdiéndose al cerrar una puerta negra que suponía que era un despacho, así que se acercó a la puerta para reclamarle su descaro, pero estaba cerrada por dentro; rodó los ojos y se encaminó de nuevo al living que era gigantesco, decorado con unos sillones color champagne, además de una hermosa vista de la ciudad, sus ventanas de vidrio casi abarcaban todo el lugar dejando el asombro en su rostro, era maravilloso, la cocina no se quedaba atrás tenía una despensa enorme, además del espacio para cocinar a gusto.

La terraza sobresalía por la puerta de la cocina, así que salió quedándose embobada con el maravilloso lugar, tenía una vista esplendida a la altura y una pequeña piscina que casi parecía desbordarse por el edificio de sesenta pisos, sin dejar de mencionar que se encontraba en el último piso.

Definitivamente ese lugar era enorme y sensacional, tenía una gran variedad de cosas, por lo poco que había recorrido, se había encontrado con una sala de juegos donde había una mesa de billar con un mini bar, el lugar perfecto para pasar una tarde jugando entre amigos, pero una pregunta recorría su cabeza ¿Pablo D'Monte tenia amigos? La verdad no había visto que mostrara afecto por nadie más que su familia en la fiesta, a pesar de todos los invitados, no eran más que socios, políticos o empresarios de gran renombre, pero parecía que el pelinegro no los estimaba para considéralos cercanos, o quizás se estaba confundiendo.

La biblioteca definitivamente sería su lugar favorito, recorrió todos los estantes, quedando impresionada con la variedad de libros de diferentes escritores tanto históricos como modernos; entre ellos se encontraban Shakespeare, Hemingway, Miguel de Cervantes, Stephen King, J.K Rowling y muchos más.

Después de mirar la plata baja de ese pent-house se dirigió a las escaleras en forma de espiral subiéndola y cuando llegó a arriba su boca se abrió al final del pasillo se encontraba un balcón maravilloso con una espléndida vista y varios divanes con una mesa céntrica para sentarse a pasar un buen rato disfrutando de la vista, contó las puertas que se encontraban en el pasillo y en total habían cinco puertas, abrió la primera encontrándose una sala de cine con una gran pantalla y cuatro sillones de cuero, la segunda era una habitación pequeña, quizás la habitación de huéspedes, la tercera trataba de un baño pequeño con una ducha y el inodoro, la cuarta era una habitación con paredes color crema, una cama matrimonial con un espejo y una gran ventana, con una puerta que suponía que era el baño de la habitación donde se encontraba una tina y otra puerta que daba al armario donde ya se encontraba su ropa, entonces esa sería su habitación, y por ultimo miró la quinta puerta, no sabía por qué se sentía nerviosa, abrió sigilosamente la habitación quedando encantada con la maravillosa vista, el ventanal abarcaba todo el lado derecho de la cama King size y al frente estaba la puerta del baño, además había una sala de estar con sillones grises que contrastaban con las paredes de la habitación y las sabanas de la cama; abrió la puerta del baño quedando enamorada de ese jacuzzi, todo era tan impresionante.

-¿Qué haces en mi habitación? - esa maldita voz acabó con sus pensamientos impresionados. -Vete ahora mismo y no vuelvas a entrar en mi habitación- dijo el pelinegro que se encontraba mirando a esa fisgona rubia que sin su permiso había entrado a su santuario. -¿Por qué acaso ocultas algo? - preguntó Sarah dándose la vuelta y levantando su ceja -No me gusta que fisgoneen mis cosas, que sea la primera y última vez que vea tu presencia en mi habitación - comentó el pelinegro abriendo la puerta negra de su cuarto para que esa endemoniada rubia se retirara.

Después de dos horas encerrada en su habitación un estruendo en la puerta hizo que se sobresaltara y callera de la cama dándole pasó a una risa varonil arrogante que se burlaba de su desgracia. -Eso fue un gran show- dijo Pablo que se encontraba parado junto a la puerta de la habitación. -Acabas de alegrar mi mal animo - añadió con una sonrisa pretensiosa. -Imbécil - exclamó Sarah levantándose del piso. -¿Qué haces aquí? - peguntó la rubia mirándolo con rabia. -Vine a dejarte claro mis reglas- informó Pablo caminando sigilosamente hasta donde se encontraba parada la rubia para quedar frente a frente. -Uno: No harás nada sin mi autorización- mencionó su primera regla y ella rodó los ojos; eso estaba por verse, si quería jugar ella jugaría mejor. -Dos: No quiero verte ni en mi habitación, ni en mi despacho- prosiguió y ella levantó su ceja, ya encontraría la forma de molestarlo. -Tres: Mantendrás una imagen pulcra y feliz en público o con mi familia- continuó el pelinegro y ella tensó su mandíbula. -Cuatro: No vas a salir sin mi permiso- dijo dejándola rabiosa ¿Quién se creía ese infeliz? - Cinco: Si no cumples con mis reglas voy a castigarte y no va a gustarte mi castigo capito- añadió con una sonrisa siniestra para luego caminar hacia fuera de la habitación dejando a Sarah rabiosa. -No te tengo miedo idiota- dijo en voz baja la rubia apretando sus puños. - No tienes ni idea que acabas de firmar la peor de tus desgracias- añadió mirando la puerta por donde salió su insufrible esposo.

Oh ¿En que te has metido Pablo? espero mis amores que estén disfrutando de mi novela a la cual le estoy haciendo una que otra mejora, pero se que la disfrutaran al máximo.

¿Qué les parece como se va desarrollando?

Les quiere Yarlin💜

¡Te odio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora