Capítulo 11

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Incumpliendo las reglas

Estaba harta de estar encerrada, solo eran las tres de la tarde y no quería seguir en esa jaula de oro; si duraba un minuto más en ese lugar se volvería loca, miró hacia todos lados y no miraba a la ama de llaves, así que se dirigió de camino al ascensor, había visto la contraseña cuando Pablo la había colocado, así que marcó los números en el orden correcto y las puertas hacia su libertad eran abiertas. No lo pensó dos veces para cruzar las puertas y colocar de nuevo la contraseña, solo miró como la lame botas corría hacia el ascensor, pero su mano le decía adiós, sabía que seguramente la acusaría con Pablo, pero estaba dispuesta a las consecuencias de su osadía, pero no se quedaría un minuto más en ese lugar.

Se encaminó por el lobby del edificio apenas las puertas se abrieron, pero dos hombres vestidos de traje se encontraban vigilando la entrada, se escondió detrás de uno de los postes de resección, mientras miraba como uno de los hombres le decía algo al otro, seguramente la ama de llaves estaba avisando su ausencia.

Tratando de pasar desapercibida se encaminó hacia el otro lado lejos de los guardias, pero para su mala suerte el portero se percató de su presencia. -Señora D'Monte- saludó el hombre, sin saber que estaba acabando con las ilusiones de su libertad; su mirada viajo hacia los perros falderos de Pablo que se encaminaron hacia su dirección. - Señora D'Monte- como estaba harta del Señori d mointi, estaba aborreciendo con todo su ser ese mote de casada. -Saldré a dar una vuelta por el condominio - dijo mirando al guardia que fruncía el ceño. - Buenas tardes- dijo tratando de caminar hacia la salida, pero la mano del imbécil hombre la detuvo y ella lo miró con rabia intimidando al hombre que la soltó. -Lo siento Señora, tengo una orden de no permitir que salga- dijo el muchacho y ella sonrió con desesperación. -¿Cuánto? ¿Cuánto dinero quieren? - preguntó mirando a los guardias y después al portero que la miraba con lastima. -El soborno no funciona con nosotros Señora D'Monte- comentó el otro guardia que había estado callado. -Lo único que le puedo aconsejar es que regrese por donde vino- comentó el hombre más viejo y ella rodó los ojos apretando sus puños. Y con su orgullo herido caminó de regreso hacia el ascensor, pero eso no se quedaría así eso estaba segura; Pablo D'Monte iba a pagar muy caro tenerla encerrada.

-¿De qué te ríes? - preguntó Sebastián mirando a su mejor amigo. -Que todo está saliendo como quiero que salga- contestó Pablo mirando el mensaje que Magdalena le había enviado. - Esa insoportable rubia ha cometido un acto atroz- dijo sonriendo. - Ha desobedecido mis reglas- añadió mirando a Sebastián que lo miraba frunciendo el ceño. -Ya sabía que esto iba a pasar- comentó negando con la cabeza, había supuesto que esa mujer no iba a quedarse tranquila, aunque no esperaba que pasara tan pronto, esa condenada no aguantó ni un día.

Bajó de las escaleras cuando la ama de llaves la había llamado para cenar, y ese desgraciado ya se encontraba sentado en el mismo lugar; así que ella se acercó a la otra esquina tomando asiento. -¿No tienes algo que decirme? - preguntó Pablo levantando la mirada que tenía puesta en el celular. -Supongo que tus perros falderos y tu lame botas ya te lo dijeron - contestó la rubia levantando una ceja. -Para que gastar saliva- añadió Sarah ganándose una sonrisa arrogante por parte del pelinegro que negaba con la cabeza; porque tenía que ser jodidamente atractivo, pensó la rubia mirándolo fijamente. -Haz desobedecido mis reglas, eso traerá consecuencias- mencionó Pablo y ella sonrió con malicia no estaba dispuesta a perder. -Púdrete- dijo la rubia entre dientes empezando a comer de su sopa.

Oh Sarah ahora ¿Qué pasará contigo?.

Les quiere Yarlin💜

¡Te odio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora