Capítulo 17

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La visita

El Uber paró frente a la gran mansión D'Monte y la castaña suspiró profundamente mientras bajaba sus maletas del auto. Se encaminó por el caminito de piedra de aquel hermoso jardín después de haber sido admitida en aquel portón de verjas negras.

La puerta de la mansión fue abierta para ella y con una sonrisa amable la mujer de servicio la saludó para dejarla pasar. — Mamma— exclamo la castaña acercándose con su bastón en la mano (Mamá). — ¿Qué haces aquí? — preguntó la chica con una sonrisa en sus labios, pero sorprendida con la visita de su madre. — Vine a pasar un tiempo con ustedes cariño ¿Acaso no te alegra que mamá este aquí? — preguntó con gracia la mujer abrazando a su única hija. — Certo che sono felice mamma— contestó Dalia con un perfecto italiano (Claro que me alegra mamá). —¿y tus tíos? — preguntó la castaña mayor mirando a su hija. — Están en el hospital— mencionó la chica. —La esposa de mi primo tuvo un accidente— continuó Dalia con una expresión triste. — ¡Ay por Dios! ¿Y cómo se encuentra? — preguntó la mujer italiana con preocupación. — Fuori pericolo grazie a Dio— contestó la chica a su madre. (Fuera de peligro gracias a Dios). — Me alegro— dijo Gabrielle D'Monte agarrando su bolso donde tenía aquellas dos cartas.

Flash back

Estaba en la casa de verano de su familia en Estados Unidos, no sabía qué hacer, tenía las dos cartas en sus manos temblorosas, pensado en aquella chica pelinegra que había sido encontrada muerta en su casa; quien había sido brutalmente asesinada con siete balas en su cuerpo. Miró su bolso agarrándolo mientras guardaba las cartas en la caja fuerte. En su auto se encontraba frente aquel centro de acogidas para menores de edad y con poca valentía se encaminó hacia la entrada de aquel lugar. —Lo siento señorita, pero usted no tiene los requisitos para adoptar al niño— dijo la trabajadora social mirando a la chica italiana. — Menos a un niño con tantos problemas como la muerte de su madre recientemente, su padre en la cárcel, además, que no está mentalmente estable— informó la mujer y ella suspiró frustrada. Ella había hecho la promesa de cuidarlo y protegerlo. — Usted no entiende conocí a su madre y le prometí cuidarlo— dijo la italiana con frustración. —Lo lamento, pero usted ni siquiera es casada, no tiene los requisitos— contestó la trabajadora social y una idea se le ocurrió en su cabeza. —Sabe qué tiene razón— dijo saliendo de la oficina sacando su teléfono. Si yo no puedo pensó la italiana conozco a la pareja perfecta para que lo protegiera. —Fratellino— dijo Gabrielle sonriendo a la grandiosa idea de su cabeza (Hermanito). — ¿Aun tienes la idea de adoptar a un hijo? — preguntó la italiana sabiendo que su hermano y su esposa no habían podido procrear un hijo en sus años de matrimonio y tenían la idea de adoptar.

Fin del flash back

Sus manos estaban sosteniendo esa pálida mano que descansaba en la cama de ese hospital. —¿Por qué no despierta? — preguntó Pablo mirando a su madre que entraba a la habitación con dos cafés. —El doctor dijo que estaba fuera de peligro cariño, despertará cuando sea el momento— mencionó Alisa D'Monte acariciando la espalda de su hijo. —Tomate este café — añadió la mujer mirándolo con preocupación, su rostro estaba ojerudo y tenía una barba de al menos tres días. —Porque no vas a descansar, darte un baño y luego regresas— sugirió la mujer castaña mirando a su muchacho que negaba con la cabeza. —No puedo mamá, no puedo perderla— contestó el pelinegro acariciando la mano de su esposa, cuando los dedos empezaron a moverse y sus ojos verdes a abrirse.

La rubia se removió abriendo sus ojos, pero una luz blanca los cegó impidiendo ver por completo, pero sentía el calor en su mano derecha que le gustaba, cuando por fin sus ojos se aclararon; lo primero que vio fue a Pablo que la miraba ansioso y ¿emocionado? Con una sonrisa en su rostro, su cabello estaba despeinado y sus ojos parecían cansados, las bolsas debajo de ellos se hacían de notar. Su mirada viajó hasta su mano que era sostenida por las manos del pelinegro que parecía muy cómodo por que no hacia ningún movimiento para quitarlas. —Sarah— susurró el pelinegro volviendo a ganarse la atención de ella que cerraba por un momento los ojos; su cabeza que la estaba molestado con un dolor agudo. —¿Qué me pasó? — preguntó la chica acomodándose mejor en la cama de hospital. — ¿No recuerdas? — contestó con otra pregunta el pelinegro y ella entrecerró los ojos. — Solo sé que estábamos discutiendo, luego salí del banco, venia un auto y todo se volvió negro— mencionó la rubia haciendo esfuerzo en recordar. —Me atropelló ¿cierto? — dijo concordando todo lo que estaba en su mente; era obvio. —Sí, ¿Cómo te sientes? — preguntó Pablo y ella sonrió con ironía. — Como si un auto me hubiera atropellado— contestó con obviedad ganándose una carcajada de la persona que no había notado antes y una sonrisa sincera por parte de su esposo. —Alisa que alegría verte— añadió mirando a su suegra que negaba divertida. — Yo me alegro más cariño, que te hayas despertado, sino mi hijo se quedaría viviendo en el hospital— comentó graciosa la castaña y ella miró a Pablo que parecía bajar la mirada con vergüenza y sus mejillas sonrojadas; eso le causaba ternura.

Tan lindo Pablo preocupado...

Les quiere Yarlin 💜

¡Te odio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora