Día 34

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- Me llamo Eliot-dijo roncamente- Eliot Firdman y junto a mi compañera queríamos dar a conocer lo que obtuvimos de nuestra investigación.

- Señor Firdman, vuestro informe es muy interesante y ha causado un debate existencial con respecto a los otros compañeros- la mirada del profesor era perturbarte- sacados de contextos, usted y su compañera estarían a otro nivel del existencialismo, pero volviendo a lo que yo pedí, esto es algo intrigante e inquietante ¿Cuál es el propósito?

Salieron algo decepcionados, Gorrión dio un largo suspiro al instante que engullía un emparedado que compro en el casino. Eliot por su parte la observaba mientras intentaba comprender el fatico error.

- Es un idiota- dijo masticando- él no tiene idea de lo que habla ¿Como puede dictar una clase si no es capaz de comprender lo que se lee entre líneas?

- Supongo que es un fracaso que debemos sumar a la lista de las muchas faltas que cometeremos como equipo.

- ¡Al diablo! -grito expulsando migajas de pan- es una completa estupidez...yo creo que este imbécil trata de jugárnosla para que pongamos atención en sus aburridas clases ¿Que no entiende que los muertos no dejan recuerdos de sus vidas en papel?

- ¿A qué te refieres? - pregunto curioso.

- Pues a ti ¿De qué te sirve saber la teoría de un cadáver? - tragó el pedazo de pan- yo pienso que el mundo cambia todos los días y ese anciano, ya bajo tierra, no tiene idea de lo que ocurre en este preciso instante de vida. Las personas, la sociedad se modifica siempre...lo que fue ayer no existe para un hoy...solo son recuerdos que se alteran con el pasar del tiempo ¿Acaso tu recuerdas con exactitud que hicimos ayer a esta misma hora?

- Creo que caminamos por la ciudad...

- No.- ella saco su celular del bolsillo y miro la hora- son exactamente las 15:35 y a esta misma hora, ayer, yo entraba a la sala y te sacaba de ahí...que no ves que el tiempo es relativo y cambia los recuerdos a su antojo- le dio otro gran mordisco a su pan- es una burla que nos juega la relatividad del tiempo.

Gorrión había dicho lo que él temía decir. Eran dos gotas de agua con diferencias mínimas, pero cargando el mismo pensamiento. Por eso cuando llegaba a su casa y sus padres hacían las mismas preguntas, el observaba detenidamente el reloj colgado en la pared y trata de comprender como unas mancillas tenían tanto poder sobre la vida de todos nosotros. Estaba claro que no era el único que temía de esa gran fuerza a los que todos llaman rutina y que evidentemente nos volvía un poco más robóticos cada día.

39 días: "Claraboya"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora