|Capítulo XV: Omega|

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Su cuerpo sintió el impacto de la bala como si fuera un ardor propio, el dolor y la enorme cantidad de temor en sus venas lo hicieron dudar por unos segundos de sus alrededores, no había nada extraño... No era él quien estaba herido, era su preciado Omega.

ו••×

Estaba muy feliz con el resultado, el pequeño lugar que había comprado a las afuera de Minato era perfecto para él e Izuku; por opción propia el departamento era aislado y apartado de la zonas urbanas. Su ubicación era muy bien oculta por unos frondosos árboles. El interior básicamente consistía de una habitación y un baño aparte; el estilo occidental era propio, estaba levemente interrumpido por una enorme pintura en blanco y negro de cerezos florecidos justamente ubicado encima de la cama. El mueble matrimonial era consistente y firme; como debía ser para sus noches especiales, además —según Katsuki— era muy cómoda para dormir. La cocina era pequeña, tenía pequeños y limitados muebles; había una angosta mesa de dos, estratégicamente ubicada junto a la ventana más grande del lugar, todo para la mejor vista. Una pequeña televisión se encontraba empotrada en una pared y a pocos metros había un sillón de cuero negro. Y como no podía faltar el toque deportivo; en el centro de todo había una viga de hierro que sostenía un enorme saco de boxeo.

Suspiró con pesadez y fue al baño para asearse el sudor del día, era muy difícil asear y ordenar una casa. Además, está noche deseaba invitarlo a dormir. Antes de tener contacto físico pleno, debían hablar sobre ciertas cosas que lo estaban mosqueando más de lo común; como los sueños llenos de arena y oro, la aparente intervención de su madre (algo extraña a ese momento se su vida) y una que otra cosa de relevancia menor. Dejó su celular en la mesa de la cocina y fue al baño sin darse cuenta que al cerrar la puerta el aparato comenzó a vibrar con posterioridad; era él, su hombre.

(...)

—Muchas gracias por preferir nuestros productos, Midori no Hana se lo agradece—Izuku hizo una leve reverencia al comparador que se marchaba con una sonrisa deslumbrante en el rostro, los tulipanes blancos extranjeros eran los favoritos de los lugareños; si tan sólo él pudiera hacer lo mismo, esbozar una sonrisa sincera ante las flores.

No podía.

Suspiró con profundidad al sentir la puerta cerrarse, estaba muy cansado. Desde hace días se encontraba trabajando todos los turnos disponibles que su cuerpo podía soportar y con el sólo objetivo de olvidar las horribles pesadillas que atormentan sus noches. Verse a sí mismo como una mujer desgarrando en sueños la garganta de Katsuki no era algo merecedor de su gusto, la sensación de la sangre caliente en la superficie de sus manos era demasiado familiar para su piel y ser testigo de cómo lentamente los ojos rojos de su amante abandonan la vida mientras le decía "Lo entiendo, te perdono por todo" en sus brazos le partía el alma. No podía soportarlo, apenas lo veía despertaba a gritos desesperados. Ochako le preguntó en varias oportunidades qué era lo que ocurría, no tuvo el valor de decirle que tenía sueños sobre Katsuki en otras vidas; era demasiado caótico y demente de pensarlo y decirlo. Se apoyó en la barra de atención al cliente con cansancio y tomó su celular para ver el número de Katsuki en la pantalla del mismo; quería llamarlo para decirle todo y llorarle cada una de sus penas. También anhelaba tocarlo para sentir su reconfortante calor corporal, todo a puerta cerrada y siempre en secreto.

—Como debe ser—se convenció a sí mismo, sinceramente, ya estaba cansando de la situación que venía viviendo. Desde aquella noche en el hotel termal había pasado más de un mes, las huellas de su amor estaban desvaneciéndose con lentitud, solamente el doloroso infierno que su marca doliente le entregaba cada día, le decía que no era una fantasía de su subconsciente los recuerdos amorosos. Que él y Katsuki poseían un lazo innegable de inmensa pasión y confidencia; algo que no se puede romper con nada más que la muerte.

Nuestro Secreto |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora