Sus ojos no daban crédito a lo que veían, él definitivamente era un hombre extraño y no hacía nada para ocultarlo y por alguna razón... Eso le gustaba.
ו••×
La noche era anunciada en el firmamento con la oscuridad y el tímido brillo de cientos de estrellas; que apenas eran unos puntos de múltiples colores destellantes en lo alto de Tokio. El tráfico en las calles era bastante lento, aunque la pesadilla transcurrió más rápido de lo común. Algunas personas en sus bicicletas iban a sus hogares para descansar el pesado día ocurrido, Midoriya hubiera preferido aquello que ir en un lujoso automóvil de marca. Pero, Yuichiro y su deslumbrante carisma lo convencieron de ir hasta su pequeño departamento en el Audi A4 negro metálico, Izuku aceptó únicamente porque de esa forma podía salvarse de las sanguinarias garras de Katsuki. El alfa rubio ceniza había tenido el enorme descaro de molestarlo mientras comían en la mansión de los Bakugō, y por ello no podía evitar pensar en él. En sus ojos rojos constantemente puestos sobre su cuerpo y la forma en que movía sus labios cuando hablaba de las técnicas de artes marciales mixtas, era hipnotizante. Lo que costó la poca cordura que le quedaba fue uno que otro toque por debajo de la mesa. Su lustrado zapato acariciando suavemente sus piernas, muy tentador para su revoltoso omega interno. En varias ocasiones tuvo que respirar con más dificultad para no obviar sus acciones, las cuales tenían un efecto muy incómodo en su pantalón.
Definitivamente lo odiaba, aunque no de mala manera.
—Disculpa la actitud de Katsuki, él usualmente es así. No es una mala persona, muy en el fondo te aprecia, aunque no lo demuestre. Es decir, te acepto como mi prometido, tranquilo. Sé que no volverá a molestarte—el alfa castaño creyó que toda la treta de Katsuki era por un berrinche infantil. Aunque la sonrisa que le dedicó a Izuku fue suave, se sentía incorrecta. Era una leve línea dibujada en su rostro; casi ejercida con molestia. A pesar de todo, sus ojos revelaban cansancio extremo, como si no durmiera de hace días. Midoriya sabía la razón de su insomnio, y la prefería ignorar.
Era lo mejor.
—No te preocupes, sé que es un poco difícil de tratar. Ya me lo dijiste antes de ir, solamente tengo que acostumbrarme a sus juegos infantiles. Nada más Yuu—Midoriya tocó ligeramente el hombro de Yuichiro, tenía que acostumbrarse a su calor. Aunque fuera un poco incómodo de percibir. El alfa con ello tragó duro.
—Izuku...—susurró con suavidad el alfa—. Si lo deseas puedes quedarte conmigo en mi departamento, yo no tengo problemas en tenerte conmigo por esta noche—los ojos de Yuichiro seguían en la acera de las calles. De vez en cuando observaba a su prometido con curiosidad, por alguna razón su aroma se había endulzado demasiado en la cena —así su defectuosa nariz se lo permitía saber—, creía firmemente que podía ser el típico celo de Omega, quería cerciorarse de ello y aunque fuera un poco acelerado: Él quería ser el primer hombre en probar la dulzura de Izuku.
—Yuu...—susurro Midoriya con un deje de preocupación, sus ojos se enfocaron en la ciudad, su corazón comenzó a latir con fuerza y cerró los ojos... La viva imagen de Katsuki gimiendo con rudeza sobre su cuerpo lo invadió una vez más. Parecía una pesadilla, cada vez que cerraba sus párpados estaba él y su rasposa voz llamándolo con todo el éxtasis del mundo en la profundidad de su mente, se sentía maldito. Debía hacer algo al respecto; olvidarlo de una forma u otra—. Si así lo deseas, está bien, pasaré la noche contigo.
Los ojos de Yuichiro se iluminaron. La poca densidad que había en el ambiente por culpa de Katsuki se había dispersado por concepto con su comentario. El alfa tomó la mano de Izuku con confianza y le sonrió en respuesta, Midoriya hizo una mueca. No entendía porqué tenía que sentirse así, tan incómodo con él si eran prometidos y sabía bien que tarde o temprano ocurriría el hecho.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro Secreto |Terminada|
Hayran KurguKatsuki Bakugō es un alfa solterón y amargado, a lo largo de sus veinticinco años nadie nunca lo ha visto con una chica o un chico, Incluso su madre ya perdió las esperanzas de convertirse en abuela. Después de la novena victoria consecutiva en su v...