No había palabra que hiciera justicia al sentimiento que se cernía en su interior cada vez que pensaba en su adorable nombre; incluso al imaginarlo, inevitablemente, sentía el tacto fantasma de sus pequeñas manos alrededor de la piel de su cuello, mientras se esforzaba por seguir un inocente beso.
ו••×
«Egipto era hogar de los calores más crueles que la vida en la tierra podía entregar a un ser humano, las temperaturas poco agraciadas y bestiales vientos llenos de arena tenían a los egipcios sudando frío y calor; un buen baño en las aguas majestuosas podía remediarlo con facilidad, lamentablemente el Nilo se hacía tibio al tacto en días así, solamente el agitar de los abanicos podía aplacar el calor. Irenice, en ocasiones así, sentía curiosidad por otras tierras; lejanas, con grandes cantidades de hielo y blanco hasta donde la vista pudiera alcanzar a ver, o el agua que caía sin descanso por semanas del cielo, y muchas más que no podía describir por su nulo conocimiento de las mismas. Aunque los comentarios de los viajeros que ocasionalmente llegaban a Tebas y sus propios sueños premonitorios la hacían tener ese sentimiento, el culposo capricho de la curiosidad. Khaleb siempre le decía que debía estar conforme con su realidad, ella no podía, siempre había una imagen intermitente en sus sueños... Algo que no podía explicar con claridad y que podía sentir a la perfección; el tacto, casi como besos, de pequeños pétalos rosados cayendo con elegancia de un enorme árbol.
—Imagínate Khaleb—habló la joven de veintidós años a su amante—, enormes árboles con pétalos rosados, todos cayendo por culpa del suave viento y sin ningún grano de arena, ¿no sería hermoso de presenciar?—la desnudez de Irenice en los aposentos reales era el deleite del joven Medjay que en días así, compartía cama con la princesa; su pequeño juego de seducción había cruzado la línea hace un año. Arder en las noches con ella era su actividad favorita, después venían las veces en que la observaba admirar el Nilo, su belleza humana no conocía los límites existentes, o al menos así lo creía él.
No obstante, gracias a eso bajaba la guardia y perdía la cuenta de las veces en que ojos de terceros hacían presencia en su pequeño juego prohibido.
—Irenice, no sé de qué tontera estás hablando pero deberías detenerte, si el faraón te escucha decir aquellas palabras, podría castigarte con la expulsión o quizás algo peor—la joven princesa le hizo un gesto a sus esclavas y ellas se fueron de la habitación inmediatamente, el viento golpeaba sutilmente las enormes telas de seda blanca que caían del techo de piedra. Era un paraje delicado y ella, aprovechándose de eso, se sentó en el regazo del Medjay; completamente desnuda porque sabía que eso lo distraía de su propia razón protectora.
—Khaleb, qué te parece si vamos a las cavernas con aguas subterráneas—ella tocó su pecho con la palma de sus manos y luego se dejó caer en el mismo, conectando sus pieles desnudas—, para divertirnos un rato mientras nadie nos ve, como esa noche, hace un tiempo, cuando me hiciste por primera vez tu mujer.
Su mujer...
Sin duda sería perfecto que fuera así por la eternidad de sus existencias, pero la vida de ellos no fue su mejor aliada y esa noche, mientras preparaban los caballos para ir a las cavernas, llegó uno de los sacerdotes que en su momento fue uno de los más influyentes del faraón; Themos. Un hombre que carecía de tacto humano, que poseía una expresión carente de amabilidad y que por consiguiente, sus palabras siempre eran afiladas hacia sus prójimos. Un hombre cruel con conocimientos diversos, que por capricho y envidia usó magia oscura para ejecutar un delito hacía la vida, un sacrilegio para divertirse; algo que no era divino en lo más mínimo. Esa fatal noche, secuestró al par de amantes y manípulo por medio de hechizos a Khaleb, obligándolo a acabar con su mayor querer: la joven princesa Irenice.
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Nuestro Secreto |Terminada|
FanfictionKatsuki Bakugō es un alfa solterón y amargado, a lo largo de sus veinticinco años nadie nunca lo ha visto con una chica o un chico, Incluso su madre ya perdió las esperanzas de convertirse en abuela. Después de la novena victoria consecutiva en su v...