Capítulo 3

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─Buena chica, Lana─ dije al tiempo que recogía la pelota de la boca del perro y acariciaba su pelaje.

Aulló de alegría y esperó a que se la volviera a lanzar. En esto atisbé una patrulla de uniformados que hacían una marcha desde el capitolio hasta la salida de la ciudad. Cada uno de ellos llevaba un fusil entre los brazos. Los habitantes se apartaban del camino por no interrumpirles el paso. Estas patrullas no eran habituales, algo estaba sucediendo.

─¡Autumn, ven aquí!─ grité a la chica que charlaba con otra niña de su edad en el otro lado de la acera. Estaban tan enfrascadas en la conversación que ninguna de las dos pareció oírme─. ¡Autumn!

La patrulla se acercaba y todas las puertas y ventanas de las casas eran cerradas a su paso. Empecé a impacientarme y la volví a llamar, esta vez aumentando el volumen de voz. El espanto se vio dibujado en su rostro al exhibir a los uniformados. La otra chica ya se había metido en casa y ahora le tocaba a mi hermana la parte más complicada: llegar a mí antes de que la descubrieran.

En mitad del paso se tropezó y cayó de bruces. Fui en su busca y la aupé echándome todo su peso en la cadera. Corrí lo imposible pero fuimos alcanzadas.

─Mantén la cabeza bajada, Autumn─ ordené en voz muy baja.

Obedeció y a la llegada de un soldado mi hermana continuaba mirando mis zapatos. El recién llegado era mucho más alto que yo e iba completamente escondido bajo el uniforme oscuro. No sabía qué decían sus ojos en aquel momento ni qué dictaba su alma, pues sus ropajes lo mantenían alejado del mundo real. Un segundo soldado se acercó para pedir explicaciones del por qué de la parada. El primer llegado le ordenó marchar con un movimiento de la cabeza. Acto seguido me cogió del brazo y me arrastró hasta la acera. Comprobé una vez allí que la ciudad estaba desierta, todos se habían cobijado en las viviendas.

─Marchad a casa─ ordenó con rudeza.

─¿Qué? Aún faltan varias horas para el toque de queda.

─Se ha adelantado la hora. Órdenes de arriba. ¿Cuál es tu casa?

Señalé un acomodado hogar de una sola planta sustentada en cimientos. Con un ligero movimiento retomó la marcha conmigo cogida del brazo y me arrastró hasta la puerta. Sus manos volvieron a abrazar el fusil tras liberarme, dio media vuelta y se reunión con su grupo.

─¿Por qué ese soldado no nos ha detenido, Becca?

─No lo sé, pequeña, será uno de los pocos que tengan compasión.

A la hora de la cena dispuse la mesa del comedor con platos y cubiertos para todos. Acomodé varios cojines en la silla de Autumn para que pudiera llegar a la mesa y serví la comida en los platos. Adorné el centro de la mesa con un ramillete de flores que Autumn había cogido hacía meses y le administré unas gotas para que volviera a la vida.

─¡Papá, mamá, ya podéis bajar a comer!

No recibí una respuesta y pasados unos minutos decidí comprobar el por qué de su tardanza. Dejé a Autumn sola tratando de descifrar las palabras que yacían inmortalizadas en las páginas del libro. El pasillo estaba inmaculado y era demasiado amplio. Hace tiempo votamos colocar unas estanterías, pero no se tuvo en cuenta.

La puerta del despacho de mi padre estaba entreabierta. Por la estrecha franja salía algo de luz que iluminó la mitad de mi semblante al inclinarme a ojear. Mamá estaba sentada en el borde del escritorio y papá tenía un documento de papel en las manos. Parecían realmente agobiados.

─¿Una torre? ¿Piensan meternos a todos en una torre?─ protestaba mamá anonadada─. ¡Qué idea más descabellada!

─Claire, cuando hablan de todos se refieren a una pequeña parte de la población. Solo podrán entrar los acomodados.

The TowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora