Capítulo 23

21 5 14
                                    

Una ola gigante se abrió paso a lo lejos, arrasando con la naturaleza que se mostraba ante ella, derribando árboles que habían echado raíces desde hacía años, ahogando el terreno en agua y acabando con toda vida posible. Pequeñas gotitas saltaban del impacto producido por la ola contra los troncos de los árboles, esparciándolas en todas direcciones. Los pájaros alzaron el vuelo, abandonando sus hogares en un intento de salvar sus vidas, y piaron con fiereza, alertando del mal que se avecinaba.

—¡Corred!— gritó Will con tanta fuerza que consiguió desgarrarse la garganta. Deborah cargó parte del peso del chico, yo le ayudé en su cometido—. ¡Tenemos que llegar a un lugar seguro antes de que sea demasiado tarde!

—¡No os detengáis!— apremió Noah—. La tenemos casi encima.

—¡Aqui nadie va a darse por vencido!— rugió Deborah con impotencia—. ¡Corred como si la vida se os fuera en ello porque así es!

Un dron se manifestó sobre nuestras cabezas anunciando que la última prueba consistía en escalar la torre sin la equipación propia para la ocasión antes de que nos alcanzase el tsunami. El contador había empezado a sumar vidas humanas salvadas, luchando por llegar hasta la cifra máxima indicada. Iban a perderse decenas de vidas por el camino. Pero lo peor era saber que había personas que no iban a poder continuar en la torre tras alcanzar la cifra y por ello iban a tener que abandonarla, sucumbiendo a una muerte segura.

Vee resbaló y cayó al suelo, haciéndose una herida en la rodilla. Daren la ayudó a ponerse en pie lo más rápido posible y comenzaron a correr. Will cojeaba y le costaba la propia vida dar un paso hacia el frente, pero aún así luchaba contra el cansancio y el dolor.

De un momento a otro abandonamos el bosque para desembocar en un camino árido que llevaba hasta la imponente torre construída en el interior de la ciudad. La ola impactó contra el muro de piedra con violencia, destruyendo parte de él, sobrepasándolo para visitar las calles de la ciudad con tal de hacer de la belleza un desastre. Miré a mis espaldas y pude ver como algunas personas caían presas de la ola y morían ahogadas y golpeadas contra alguna estructura. Pude ver a una mujer corriendo con su hija pequeña cogida de la mano, preocupadas, temerosas por sus vidas, antes de ser tragadas por el tsunami. Quise llorar y gritar, e incluso ir en busca de aquella niña, pero sabía que era demasido tarde. Sólo me quedaba enfrentar la situación y confiar en que todo saldría bien.

Las fuerzas de Will flaquearon justo cuando la ola estaba a punto de atraparnos y se desplomó en el suelo, abatido. Deborah se detuvo en seco y miró al chico. Yo también lo hice. El resto continuó corriendo, absortos a lo ocurrido, poseídos por el miedo a morir.

Era como si el tiempo se hubiera detenido, como si todas las personas de mi alrededor que gritaban, lloraban y corrían desesperadas lo hicieran a un ritmo más pausado, como si la ola arrasara a una velocidad menor. Ni siquiera era capaz de escuchar a quienes me rodeaban. Sólo podía oír los latidos de mi corazón y el fluir de la sangre en mis oídos.

—Marchaos sin mí— pidió Will con voz quebrada—. No vais a poder conseguirlo si me ayudáis. Lo último que quiero es que deis vuestra vida por mí.

—Eres uno de los nuestros— replicó Deborah—. No vamos a dejar a nadie atrás.

—Nuestra vida no vale más que la de los demás, ¿recuerdas?— inquirí nerviosa—. No pienso abandonarte.

Corrimos hacia el chico y, sacando fuerzas de donde no las había, pudimos asirle por los brazos y llevarlo hacia los pies de la Torre luchando contra la multitud que se agolpaba en torno a nosotros, presas del miedo, y nos empujaba sin querer, pretendiendo ganar tiempo.

Al alcanzar los pies de la enorme estructura ayudamos a Will a aferrarse a los enormes ventales de la Torre para poder ir ascendiendo. Deborah se adhirió a la pared con agilidad y empezó a escalar, tendiéndole su mano a Will para ayudarle a subir. Vee estaba tan nerviosa que le resbalaban las manos y no podía sujetarse bien. Daren, por suerte, se situó a su lado y se aferró a su mano, en un intento desesperado de ayudarle a subir. Ella le dedicó una sonrisa tímida y una mirada cargada de miedo.

The TowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora