—¿Hay alguna probabilidad de que sobreviva?— inquirí plantando los puños sobre la mesa.
Todos los presentes fijaron la vista en Becca. Sin embargo, esta solo tenía ojos para mí.
—Las mismas de que muera.
Propicie un ligero golpe con el puño y me volví tratando de controlar la rabia. Me mordí los nudillos y conté hasta diez mentalmente.
—Sé que no lo parece pero jugamos con ventaja. Quizá ellos no sepan que ya hemos averiguado que uno de esos frascos es el antídoto.
—Jugamos con las vidas de las personas— corregí.
—Eso no es nada nuevo— intervino Deborah, quien todavía no se había pronunciado—. Los ricos llevan jugando con nosotros desde que empezaron las pruebas.
Repasé con los ojos a aquellos chicos que se habían coronado como los líderes de la situación. Ninguno de ellos parecía confuso a la hora de tomar una decisión.
—¿De veras nadie está en desacuerdo?— todos guardaron silencio y bajaron la mirada, avergonzados—. No tenemos derecho a jugar así con la vida de esas personas.
—Ni tampoco elección— refutó Deborah nuevamente, en defensa de Becca.
Comprobé si al menos Will estaba conmigo, pero evitó cualquier tipo de contacto visual. Estaba claro en qué bando se había situado cada uno.
—La muerte no es una elección— gruñí—. No pienso participar en esto.
Arrojé un trapo con el que me limpiaba los restos de sangre del chico que había muerto en las minas a la mesa y subí los primeros peldaños de la escalera para salir del bunker.
—West— me llamó Becca—. Asegúrate de elegir el bando correcto.
—Esto no se trata de bandos, se trata de sobrevivir.
El frescor de la noche vino bien a mi piel sudada y a que se redujera mi mal humor. Miré el campamento de enfermos por el rabillo del ojo. Vee se encargaba de asesorarlos a todos en ausencia de Becca. Las llamas de las antorchas todavía latían encendidas y más vivas que nunca. Había tomado una decisión: me marcharía de allí y trataría de continuar las pruebas por mí mismo.
—¿Te vas?— preguntó Vía a varios metros por detrás de mí.
Giré en mi posición y asentí con la cabeza una sola vez.
—En ese caso deberías llevar algo de comida y agua. Ven conmigo.
Me condujo al bunker en el que se había ocultado con Autumn cuando se desató la posible epidemia. Cerré la puerta una vez entré y aguardé a que llenara un saco con una manta, agua y comida.
—Becca me ha dicho que no querías participar en su plan de dar con el antídoto— dijo mientras me daba la espalda.
Aquel bunker era muy parecido a los otros. Subterráneo, pequeño y tan acogedor como frío. La iluminación era a base de una vela encendida. En su interior había todo tipo de munición de comida, agua y ropa de abrigo. Los antiguos contemporáneos los habrían construido como un refugio para aquellos que sobrevivieran a la guerra. El hecho de que todo hubiera permanecido sin moverse nos daba la respuesta.
—No quiero mancharme las manos de sangre sin razón y tú deberías hacer lo mismo.
—Al final todos acabaremos con las manos manchadas de sangre, bien salpicados por los demás o por haber cometido nosotros mismos el crimen.
Ante mi silencio continuó cargando el saco de cosas que necesitaría cuando estuviera lejos de todos ellos. Me adentré en el bunker con el fin de curiosear acerca de la vida de los antiguos. Un pequeño marco de foto llamó mi atención. En ella aparecían una chica sonriente abrazada a un joven, también alegre.
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The Tower
Science FictionDesde el principio de los tiempos el fin de la vida en la Tierra estaba previsto a todo pronóstico, y así fue tras una tercera guerra mundial que arrasó con todo. Siglos más tarde los supervivientes a ese desastre se unieron de todas las naciones d...