El sol naciente del amanecer atravesó la fina capa de mis párpados con el fin de incidir en mis ojos. Traté de ocultar la luz solar tras mi mano al tiempo que me incorporaba. La cruda realidad me golpeó de pronto. No era la luz del sol lo que me despertó sino la de la bombilla que acababa de encenderse. La fulminé con una mirada envenenada.
Me desperecé todavía con el trasero pegado a la cama pero los pies sobre el suelo. Comprobé que la mayoría aún dormía, así que aproveché la soledad para escabullirme al baño. Tomé una ducha rápida y me vestí con la ropa que decidí llevar la mañana en la que descubrí que el mundo se iba a la mierda. Me aproximé al espejo en pésimo estado y atisbé reflejado a un chico que creía haber conocido lo suficiente un buen día. La barba inminente pedía a gritos un afeitado pero allí no había cuchilla ni nada parecido. <<Una estrategia para que no nos quitemos la vida>>, pensé.
—¡No me pongáis un dedo encima, malditos inútiles!— exclamó una voz desconocida. Me aventuré a volver a la gran sala de camastros y descubrí que se nos había unido un nuevo integrante—. Quedaos con mi cara porque será lo último que veáis antes de morir.
Los guardias se marcharon embriagados en carcajadas y cerraron la puerta nuevamente. La gente no osaba acercarse al chico nuevo pues tras su arrebato lo catalogaron de violento. Y razón no le faltaban.
—Oye, tranquilízate, aquí todos estamos como tú— dije todavía detenido bajo el arco de la puerta.
Soltó una risita envenenada y meneó la cabeza.
—Yo no pertenezco a vuestro grupo, escoria, lo siento. Estoy mucho más arriba de lo que ninguno de vosotros podrá aspirar.
Bastó que ese adjetivo calificativo se reprodujera por segunda vez en mi mente para que me hirviera la sangre. No me detuve en cuanto a mi pretensión de partirle la cara, y lo hubiera hecho si Will no se hubiera entrometido.
—Déjalo, tío, no vale la pena. Está en fase de negación.
Exhalé un profundo suspiro e hice caso al consejo de Will.
—Si fuera así, ¿por qué estás aquí?
—Por equivocación. Cuando llegue a la torre les haré memorizar a todos las facetas de mi rostro hasta que sus ojos sangren.
—¡Arrodillaos! Estamos ante nuestra majestad el rey— carcajea Will.
Por la habitación se extendieron las risas como si fuera una ola que rompía en la orilla de la arrogancia del nuevo integrante.
—Soy Mason, el hijo de Cassandra.
Los golpes en la puerta cortaron la presentación del chico. Eso solo podía significar una cosa: empezaban los juegos. La gente salía alborotada tras ignorar a Mason. Will, tras comprobar que estaba relajado, se unió a la multitud.
—Más vale que cuides tu alter ego si quieres sobrevivir más de un día ahí fuera— aconsejé al tiempo que colisionaba con su hombro intencionadamente.
Fuimos conducidos a una especie de batallón donde la oligarquía estaba varios metros por encima de nuestras cabezas, concretamente en un balcón que daba al público, a nosotros. El murmullo se preguntaba qué iban a hacer con nosotros, mientras que la única duda que rondaba por mi cabeza era si realmente quería competir en los juegos. La mayoría de los participantes tenían algo por lo que luchar: familia, amigos, amor. Sin embargo, yo no tenía nada ni a nadie en el mundo. No necesitaba luchar por nada, ni siquiera por unirme a la causa de Will y Deborah de crear un mundo más justo. En mi interior sabía que aquello era absurdo, el mundo siempre fue regido por la clase superior y lo seguiría siendo aún así. Mi madre había muerto junto con mi hermana. Tessa ya no estaba. Y yo cada vez estaba más al borde del abismo.
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The Tower
Science FictionDesde el principio de los tiempos el fin de la vida en la Tierra estaba previsto a todo pronóstico, y así fue tras una tercera guerra mundial que arrasó con todo. Siglos más tarde los supervivientes a ese desastre se unieron de todas las naciones d...