Capítulo 7

25 7 1
                                    

Terminé de ponerme el arnés alrededor de mi cintura e hice ademán de asegurar que el soporte que iba a usar para ascender a los muros de la ciudad era lo suficientemente bueno como para quedar aferrado a la parte posterior de una de las almenas. Luego procedí a cubrir mis manos con unos gruesos guantes, en un intento de evitar que la cuerda hieriera las palmas de mis manos, y di el primer paso para hacer escalada. Con ayuda de una pistola de largo alcance, disparé hacia una de las almenas, garantizando que un soporte en forma de gancho se adhiera a la parte posterior de piedra de una de estas estructuras. Tiré un poco de la cuerda para estar seguro que era seguro y a continuación decidí enganchar parte de esa cuerda a la cinturilla de mi arnés.

Coloqué un pie sobre el muro de piedra y luego el otro, aferrándome con fuerza a la cuerda de color negra que me guiaba hacia la cima e hice una pausa para recuperarme del esfuerzo, armándome del coraje necesario para continuar con mi misión. Apenas llevaba ascendidos un par de metros cuando descubrí a un chico a los pies del muro, equipándose con el equipo necesario para escalar los muros que encerraban en su interior a la ciudad.

—Tú— le dije en tono autoritario, captando su atención. El chico terminó de ajustarse el arnés y alzó la vista—. ¿Se puede saber que estás haciendo aquí?

—Lo mismo que tú. Voy a traspasar estos muros y descubrir la verdad.

—Puedo hacerlo sólo. No necesito ayuda.

—No te estaba pidiendo permiso— repuso el chico, disparando hacia una de las almenas, asegurando un soporte que le permitiese escalar—. No importa cuánto te esfuerces en hacerme cambiar de opinión, no vas a conseguirlo.

El joven escaló un par de metros hasta conseguir situarse a mi altura y me dedicó una mirada decidida que no revelaba ningún tipo de miedo por su parte, hecho que me sorprendió bastante. Supuse que era una de las cosas que tenía vivir en el campo. Una vez te acostumbrabas a un ambiente rodeado de miseria, dolor y tristeza, terminabas perdiéndole el miedo a todo. Y ese chico parecía no sentir ni un ápice de temor. Aunque su expresión facial revelara carecer de miedo, sus ojos anunciaban que la tristeza los embriagaba.

—Eres un chico con coraje— reconocí, haciendo un movimiento con la cabeza—. ¿Cómo te llamas?

—West.

—Muy bien, West, bienvenido a esta aventura suicida— me limité a decir dedicándole una mirada desafiante—. Espero que estés dispuesto a asumir los riesgos que ella conlleva.

—Los asumiré si van a conducirme a la verdad.

—Sigue todos mis pasos y no te despegues de mi trasero, ¿de acuerdo?

Asintió una sola vez.

Continué escalando el muro seguido de cerca por el chico, deteniéndome en alguna ocasión para mirar a mis espaldas con el fin de comprobar que aún seguía ahí. Era un chico duro, alguien que no se rendía ante las adversidades, una persona capaz de entregar lo poco que tenía con tal de conocer la verdad. West tenía un gran potencial y una enorme predisposición hacia el descubrimiento de los enigmas que se presentaban ante él. Era un chico imparable, a quien ni siquiera unas cadenas podría frenarle cuando quería algo de verdad.

Alcancé la cima del muro antes que West y le tendí la mano para ayudarle a dar el último paso, y para mi sorpresa accedió sin poner ningún tipo de impedimento. A continuación examinamos desde nuestra posición todo cuanto nos rodeaba, contemplando desde el cielo nocturno plagado de estrellas hasta los alrededores de los muros y la ciudad que se alzaba al otro lado, siguiendo su ritmo habitual de vida. Localicé a dos guardias junto a la entrada del muro, quienes con total seguridad nos podrían descubrir. Llevaban consigo pistolas de último modelo puestas a punto para ser utilizadas.

The TowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora