Con ayuda de Noah conseguí hacer a un lado la enorme roca que sellaba la entrada a la cueva en la que permanecíamos ocultos desde hacía horas. Los primeros rayos de sol se colaron a través del hueco e incidieron directamente en nuestros semblantes, iluminándolos. Poco a poco nuestros rostros iban ganando en calidez a medida que avanzábamos hacia el exterior, dando pasos de hormigas, caminando con prudencia, como si estuviéramos pisando el mundo por primera vez.
-Tenemos que volver- informó Mason con voz ruda.
-Sí, buena idea- coincidí, asintiendo con la cabeza un par de veces-. Si no movemos nuestros traseros vamos a ganarnos a pulso un puesto en el bando de los perdedores.
-No sabemos si la niebla volverá y nos sorprenderá por el camino.
Mason chasqueó la lengua y miró en otra dirección.
-Si quieres, puedes quedarte aquí para comprobarlo, mientras nosotros nos largamos- replicó el hijo de Cassandra con rabia contenida-. No creo que vayan a lamentar tu pérdida.
Becca hizo ademán de encararse con el chico cuando me interpuse entre ambos y mostré mis palmas en señal de defensa, deteniéndoles en su propósito de enfrentarse.
-Aquí todos estamos jodidos- comencé a decir, mirando primero a Mason y luego a la chica de cabello castaño-. Todo es una mierda, ¿vale? Pero enfrentándonos los unos con los otros no va a hacer que deje de serlo. Tenemos que ser una piña si queremos llegar al capitolio antes de que nos debore una maldita niebla ácida.
-Daren tiene razón- comentó Noah, subiéndose las gafas con el dedo índice-. Sólos llegaremos más rápido, pero juntos iremos más lejos.
-¿De qué libro de filosofía has sacado eso?- ironizó Mason, esbozando una sonrisa burlona-. ¿Sabes qué? No me importa.
Autumn se acercó a su hermana mayor y la abrazó con fuerza, temerosa de presenciar un conflicto entre Becca y el hijo de la prestigiosa científica. La chica castaña comprendió que no podía permitirse el placer de darle una buena patada en el trasero a Mason delante de su hermana menor, a quien debía mantener con vida a toda costa, y se limitó únicamente a lanzarle una mirada envenenada.
Suspiré, aliviado.
-Oye, ¿y tú qué hacías en la cueva?
-Lo mismo que tú- me contestó Noah, mirando hacia el frente-. Refugiarme de la niebla ácida.
-No me suena tu cara.
-Hay muchas personas participando en las pruebas. Es difícil quedarse con una cara.
Hice un gesto con los labios y me encogí de hombros ante su justificación.
Continuamos caminando todo recto, de regreso al capitolio, sin sufrir ningún tipo de contratiempo, hasta que comencé a notar que el cielo se estaba tornando de un color grisáceo que nunca antes había apreciado y con este hecho vino acompañado un aumento de la temperatura terrestre, así como la caída de pequeños fragmentos encandescentes. Autumn se detuvo y observó boquiabierta el cielo.
-¿Qué es eso?- preguntó, señalando con su dedo índice.
Cambié el rumbo de mi mirar hacia el lugar que indicaba la cría, donde localicé una enorme roca que estaba precipitándose al vacío, envuelta en una potente llamarada. Todos los presentes entreabrimos la boca y nos dejamos invadir por el terror que surgió a raíz de la caída del esperado cometa Halley.
-¿Qué mierda...?- alcancé a decir.
-¡Corred!- gritó Mason con todas sus fuerzas.
Emprendimos una carrera a las apuradas en dirección a la entrada trasera del muro de piedra que conducía hacia el capitolio. Corrimos echando mano de todas nuestras fuerzas hasta dejar nuestros músculos agarrotados hasta el punto de poner en juego nuestro equilibrio. Nuestros pechos se inflaban y deshinflaban a gran velocidad, acompasándose con los latidos desbocados de nuestros corazones. Parecía que íbamos a echar el motor de nuestro cuerpo a través de la boca en cualquier momento.
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The Tower
Science FictionDesde el principio de los tiempos el fin de la vida en la Tierra estaba previsto a todo pronóstico, y así fue tras una tercera guerra mundial que arrasó con todo. Siglos más tarde los supervivientes a ese desastre se unieron de todas las naciones d...