Capítulo 21

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El sonido del disparo se reproducía como un pitido constante en mis oídos. Todos guardaban silencio cuando en nuestras entrañas se rugían gritos que ensordecerían a todo un planeta. Con mis ojos me enfoqué en el lugar que hizo de diana para la bala: el abdomen. Tenía la ropa manchada de sangre y un sudor frío recorriéndole la frente. De pronto sentí como si todos volcaran su dedo juzgador hacia mí, presionándome y recordándome que el peso de esa muerte caía sobre mis hombros. Entonces todos los gritos retumbaron en mi cabeza, y eran tan fuertes que me eché a gritar.

Desperté sobresaltada y empapada en sudor. Todo había sido un sueño. Me tomé un vaso de agua para calmar la sequedad en mi garganta y me di una ducha. Ya eran muchos días es los que la muerte de Lily estaba viva en el fantasma de mi memoria y se reproducía en sueños, obligándome a repetir la desgarradora experiencia.

En la enfermería un padre esperaba con su hija a que recibiera atención médica. Me equipé con la bata blanca y el estetoscopio y convertí mi expresión cansada en una amable.

—Hola, Summer, ¿cómo te encuentras hoy?

El padre me dedicó una sonrisa por el buen trato a su pequeña. Con ayuda de un puntero con luz revisé el estado de sus pupilas.

—Bien— respondió finalmente—. Papá insiste en que tengo que venir todos los días, pero yo me encuentro bien.

—Eso es porque tu papá se preocupa por ti. Y hasta que yo no te de el alta médica vas a tener que venir a verme cada día.

El color anaranjado de su cabello me recordaba a Lily. Me paralicé durante unos segundos sólo para reflexionar sobre cómo habrían sido las cosas si hubiera intervenido en lugar de Lily en el juicio, si hubiera dejado que toda la culpa recayera sobre mí. Ahora ella estaría viva atendiendo la enfermería como tanto le gustaba.

—Doctora, ¿se encuentra bien?

El contacto de la mano del hombre en mi codo me devolvió a la realidad de un zarpazo. Pestañeé varias veces y fingí una sonrisa.

—Sí, disculpe— tomé una gran bocanada de aire por la nariz y solté por la boca—. Bien, comprobemos esos latidos.

—Papá— le recordó la pequeña. El progenitor se dio un golpe con la mano en la frente y se volvió para que pudiera desabrochar los botones de la camisa de la pequeña. Medí sus latidos con el estetoscopio.

Aquella niña llevaba años asistiendo a la consulta desde que un día sufrió una epilepsia mientras jugaba en el parque. Desde aquel día comprobamos que su corazón envejecía más rápido de lo normal y si no se intervenía de aquí a algunos años no quedaría nada de ella. Tuvimos que intervenirla para colocar un marcapasos que le asegurara una vida tranquila, cuando no duradera.

—¿La has visto ya?— inquirió la pequeña una vez el estetoscopio abandonó su piel—. A tu hija.

—Summer, no seas entrometida— la reprendió su progenitor.

—No se preocupe— me adelanté—. No, aún no he visto a Becca.

El padre me pidió permiso para aupar a la pequeña por las axilas para bajarla de la camilla. Me agradeció el cuidado a su hija con una sonrisa y tiró de la mano de ella.

—Era mi favorita— reconoció a medio camino, soltándose de la mano de su padre—. Becca, era mi concursante favorita. Fue muy valiente.

Retornó junto a su padre y juntos salieron de la enfermería. <<Si que lo fue>>, me hubiera gustado decirle. Pensé en su imagen a través de la gran pantalla. Sus manos sosteniendo a Autumn por última vez. El estado de ausencia tras su muerte. Becca llevaba tres días en la Torre y todavía no había sido capaz de ir a visitarla; siempre me excusaba con el cúmulo de trabajo. La realidad era que no podía. La había echado tanto de menos y me sentía tan culpable que no podía siquiera mirarla a los ojos. ¿Cómo iba a ser capaz de abrazarla después de haberla empujado a esa tragedia? Golpeé la camilla y me eché a llorar desconsoladamente.

The TowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora