Capítulo 19

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La hoja de la daga todavía estaba bañada con la sangre de mi hermana, solo que después de un día y medio esta ya estaba lo suficientemente seca. Autumn se había ido y yo ni siquiera había podido levantar cabeza desde que en sus ojos se extinguió la llama de la vida. Me había pasado horas sentada delante de su cadáver, cada vez más putrefacto. Había visto su piel cetrina brillar con la luz del sol, la cual parecía estar compuesta de pequeños diamantes, y apagarse con la noche. Pero aquella madrugada estaba más hermosa que nunca. La luz blanca de la luna llena se reflejaba en sus párpados cerrados, sus labios morados y su sedosa melena.

Apenas hacía unas horas que su cálida voz inundaba este campamento. Después de morir el sol se refugió y comenzó el reino de la oscuridad. Yo había sido coronada reina y mi primer decreto fue implantar el silencio.

Silencio que se rompió con la proximidad de uno de los extranjeros. Por su forma de caminar parecía muy enfadado. No aparté ni una vez la mirada de la daga. La sostenía entre mis manos, haciéndola girar para poder apreciar mejor la sangre.

—¿Qué demonios crees que haces, Devin?— preguntó Noah, quizá al detenerlo para que no se acercara lo suficiente a mí.

—Ahí está muriendo gente, Noah. Ella es la única que sabe qué medicina proporcionarles.

—Su hermana acaba de morir— rugió el chico de las gafas.

—Me importa una mierda, tío. Si tanto le llora a la muerte por qué no hace nada para salvar a los demás de ella.

Noah soltó un suspiro, lo que me confirmó que en ese aspecto estaba de acuerdo.

—Dale tiempo, Devin.

—¡Lleva un maldito día y medio ahí sentada! ¿Cuánto más tiempo hay que darle?

—Quiero enterrarla.

Mis primeras palabras después de todo un día en silencio parecía que fueron arrancadas de mi garganta. Llevaba bastante tiempo queriendo decir aquello, pero hasta entonces no me encontré con fuerzas para hacerlo.

—Iré a por una pala— anunció Devin.

Noah se acercó a mí y dudó si ponerme la mano en el hombro.

Una vez cavada la fosa dejé la pala hincada en el suelo. Admiré las luces de la ciudad amurallada brillar bajo el manto oscuro de la noche y sentí odio, rabia e ira. Así a mi hermana y besé su frente.

—Hoy me convertiré en Electra y no pararé hasta que toda la sangre de esos ricos puedan cubrir capas y capas de mis manos.

Dos lágrimas descendieron por mis mejillas, tenían el sabor amargo de la muerte, y se perdieron en el vacío tras saltar el contorno de mi mandíbula. Tuve que depositar a mi hermana en la fosa con el corazón compungido. Me mentía a mí misma al decirme que aquello solo era una de esas veces en las que la arropaba para que descansara durante la noche, pero ni la dulce mentira podía aliviarme.

El tiempo que había pasado junto a ella me parecía una nimiedad y todavía no estaba preparada para dejarla ir, para separarme de ella. Noah me puso una mano en el hombro para transmitirme todo su apoyo.

—Autumn ya no está, Becca, se ha ido y ahora es hora de que la dejes ir.

Asentí una sola vez. Apreté tanto la mandíbula que temí rompérmela y me tragué todas las lágrimas que me quedaban por soltar. Noah se hizo a un lado para que pudiera coger la pala y arrojar tierra sobre el cadáver de mi hermana. Cada porción ocultaba alguna parte de su cuerpo, de su hermosa piel. Una vez tapada completamente coloqué una flor sobre ella.

—Ahora puedes correr libremente por los campos de centeno— susurré—. Aún no estoy preparada para dejarte ir, y creo que nunca lo estaré, pero ese será nuestro pequeño secreto.

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