Capítulo 9

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—¿Qué tal estás?

—Un poco nerviosa— confesé, dedicándole una última mirada a la chica que me observaba e imitaba a través del cristal. Llevaba puesta una camiseta blanca de tirantes y unos pantalones vaqueros algo desgastados—. Papá, ¿crees que estamos tomando la decisión correcta?

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque en esas pruebas va a morir gente. Vamos a tener que enfrentarnos a la pérdida, al dolor que ella conlleva, y tendremos que ponernos a prueba a nosotros mismo día a día. ¿Y a cambio de qué? De ganar una plaza en una torre en la que vamos a seguir siendo los "extranjeros", esa clase a la que tratan con grandes diferencias.

—Vía, si subes a esa torre, vas a conservar la vida, y ese es mayor de los tesoros. Recuerda que, mientras haya vida, hay esperanza. Siempre puedes cambiar el rumbo de las cosas. Sólo tienes que tener el coraje necesario para hacerlo.

Le di la espalda al espejo y salvé la distancia que me separaba de mi padre para terminar por depositar un beso casto en su coronilla. Charlie alzó una de sus manos y depositó sendas palmaditas en mi hombro.

—Es la hora.

Inspiré una bocanada de aire y la retuve en mis pulmones.

—¿Cuál crees que será la primera prueba?

—Sea cual sea, espero que sea fácil.

—Dudo que lo sea. Si lo fueran, cualquier persona conseguiría una plaza en la torre. No. No va a ser nada fácil llegar a la máxima puntuación.

—Confío en ti, Vía. Sé que puedes superar cualquer adversidad.

Abandonamos el hogar en el que tantas penurias hemos tenido que sostener sobre nuestros hombros y echamos a caminar por el campo de trigo que tantas veces hemos segado, para poder incorporarnos a un sendero de tierra que conducía hacia los muros de la ciudad. Ayudé a mi padre a subir a la cima de una pequeña pendiente, situándome tras su silla de ruedas, y luego emprendí una carrera aferrada a ella.

—¡Vía! ¡Vamos a darnos un buen golpe!

Reí ante su ocurrencia y él se unió a mí.

—Vamos a llegar cubiertos de tierra.

—Bueno, será una entrada triunfal— bromeé.

Continuamos avanzando a gran velocidad por el sendero, levantando nubes de tierra a nuestro alrededor que amenazaba con ensuciar nuestras ropas. Decidimos no darle mucha importancia a ese hecho y simplemente dejarnos llevar por el emotivo momento padre e hija, dispuestos a disfrutar de nuestra libertad antes de inscribir nuestros nombres en una hoja.

Las personas nos observaban contrariadas, preguntándose el por qué de nuestra acelerada marcha, pero nosotros hicimos caso omiso a sus miramientos y continuamos sumergidos en nuestro mundo hasta que alcanzamos la entrada a la ciudad.

Los muros estaban abiertos de par en par, cediéndole el paso a los "extranjeros", como solían llamarnos los ciudadanos. Las calles estaban siendo ocupadas por familias enteras que observaban fascinados todo a su alrededor, al mismo tiempo que lamentaban no haberles podido dar a sus hijos una vida mejor, lejos de la miseria. Costaba creer que tu vida estuviera determinada por la clase social en la que nacías. Por mucho que te esfuerces en escapar de ella, siempre serás señalado por tu pasado.

Alcé la vista y observé maravillada las casas tan bonitas que se ocultaban al otro lado de los muros. Sus fachadas parecían haber sido pintadas hacía poco y tanto sus ventanas como sus puertas se encontraban en un estado óptimo. Los jardines que tenían en la parte posterior mostraban arriates con rosas de un tono vivo, que desprendían un dulce aroma.

The TowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora