Capítulo 16

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Habitualmente no dejaban transcurrir cierto tiempo de descanso entre una prueba y otra, pero con la tercera prueba fue diferente. Tuvimos unos calmados tres días para relajarnos. Incluso se llegó a correr el rumor de que ya habíamos entrado a la torre. Bobadas. En aquel lugar los extranjeros no eran bienvenidos. Y yo tampoco.

Conocía mis orígenes, sabía que me había pasado años comiendo en una casa en el centro de la ciudad amurallada, había tenido una buena educación. Aunque aquello, en cierto modo, era irónico, pues los extranjeros no recibían ningún tipo de educación a no ser que pudieran pagar clases en la ciudad.

Entre aquellos humanos pobres y familias esperanzadas yo era la única que sabía acerca del modo de vida de los antiguos contemporáneos. Tenía suficientes conocimientos acerca de la mitología romana y la polis griega, y por tanto sabía que aquello no era justo. La democracia fue bautizada por los griegos y, tras la guerra que acabó con el mundo contemporáneo, un consejo se reunió para firmar tributos de paz e implantar un modelo democrático a influencia de los griegos. Aquel día fue conocido como el Día de la Unión.

Esa misma mañana Autumn me cogió por sorpresa cuando caminábamos por el bosque para felicitarme un feliz Día de la Unión. Por instinto me aseguré de que nadie la había escuchado, aunque mi mayor preocupación fue Mason, que caminaba varios metros por detrás de nosotras.

En la ciudad ese día se celebraba con una gran fiesta en el capitolio donde se servía todo un banquete de comida. Los miembros del consejo proyectaban un vídeo donde se reflejaba el proceso de la unión. Todos aplaudían a esos hombres por haber sabido llevar a la práctica la teoría. Detestaba aquel día. Odiaba las sonrisas de felicidad de los ricos que zampaban para llenar sus barrigas de comida y el alma de puro ego.

Realmente nunca había sabido cuál era mi lugar. ¿Pertenecía a los ricos porque mis padres lo eran? ¿De veras era el mundo tan injusto? Si era ese modelo el que seguían, me temo que estábamos condenados a repetir la historia por no saber aprender de ella. Durante siglos los hijos esclavos los eran porque sus padres lo fueron, y también sus abuelos.

Para la mayoría de los habitantes del interior del muro la educación no era más que un peldaño a subir para diferenciarse más de los extranjeros. En cambio, afirmo que el saber me hacía libre.

—¿Es que a ellos no les gusta el Día de la Unión?— preguntó Autumn, completamente contrariada por mi actuación.

—Ellos no lo viven como una fiesta— respondí.

<<Más bien como el recuerdo de una tortura>>, me hubiera gustado decirle.

—Oh— musitó con dulzura—. Entonces no les gustará que se les felicite.

Negué con la cabeza. Eché un vistazo en torno. Ciento de extranjeros caminaban en grupo sobre la pendiente. La tercera prueba había comenzado.

Consistía en llegar a un monte para recuperar una caja de herramientas sepultada en un bunker. Demasiado fácil, pero no se nos debía olvidar que aquellas pruebas consistían en quitar vidas no en regalarlas, por lo tanto debía haber alguna trampa en la que caer.

Partimos con la salida del sol y mi propia intuición me decía que no volveríamos hasta bien entrada la noche.

—Becca, ¿crees que soy mala persona si pienso en papá y mamá?

Detuve a mi hermana y tiré de su mano para apartarla del camino. Me agaché para poder mirarla a los ojos desde su estatura.

—Claro que no, cariño. ¿Por qué piensas eso?

Se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano. Los rayos de sol se proyectaban en su rostro e incidían con particularidad en sus pestañas. Era preciosa.

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