NUEVE VIIII: A SOLAS

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No todos podíamos pasar la noche con Samuel. Yo necesitaba quedarme a solas con él para poder decirle la historia que había montado. Lo ideal era que Anastasia por ser su esposa se quedara y yo debía descansar por todo lo que había ocurrido en esa noche. Me negué hasta lo último, les dije que me sentía responsable por lo sucedido, así que yo me quedaría la primera noche. Insistí tanto que no les quedó más remedio que dejarme con Samuel mientras ellos regresaban a sus casas. Además debían recoger a los niños en casa de la tía Salie, era un desvío solo de cinco minutos.

Una vez todos se fueron me quede a solas con Samuel. Eran alrededor de las cuatro de la mañana. En el estado en el que me encontraba no podía ni siquiera pegar un ojo. Estaba comenzando a darme cuenta lo que había hecho por el impulso de salvar a mi hermano. No solo le había mentido a mis seres queridos, le había mentido a la policía. Peor aún peor me había entregado en bandeja de plata a unos mafiosos. ¿Cómo iba a salir de esto? Tenía que ser fuerte, pero en ese momento me desmorone y llore en silencio. No tenía idea de que iba a suceder conmigo.

Eran ya las seis de la mañana y las enfermeras entraban y salían a cada rato para revisar a Samuel. Los policías regresarían en cualquier momento de la mañana para interrogarlo. Cuando la enfermera salió, me le acerque suavemente a Samuel y lo desperté sin moverlo mucho para que no le doliera. Hasta en una situación así, seguía siendo considerada con él. Hizo ruidos de dolor hasta que abrió los ojos.

- ¿Enyel? – preguntó un tanto confundido.

En ese momento solo me aseguré de decirle todo lo que había ocurrido. Le dejé saber lo que debía decirle a la policía cuando llegaran. Era todo muy sencillo, se había bajado de su vehículo, lo encañonaron y lo llevaron al callejón. Nunca vio sus caras porque estaban enmascarados, ni parte de su color de piel porque sus ropas le cubrían todo. Él solo asintió y me dio las gracias. 

YO ERA UN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora