TREINTA Y CUATRO XXXIV: ¿DÍA LIBRE?

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Aquella cama gigantesca y cómoda me llamaba a gritos para que regresara a su enorme espacio suavecito y calientito. Iba a ser un día lluvioso, perfecto para dormir, perfecto para estar todo el día en la cama, viendo películas y tomando leche con chocolate caliente. Mis planes ya estaban en marcha, me puse la pijama esponjosa multicolor, no sé cómo es que Ian no me la a botado, después de todo casi toda la ropa que me dieron es negra. Encendí el aire acondicionado para ambientar mejor el cuarto. Tomaría una siesta ahora y después vería películas.

Deje solo una pequeña parte del ventanal descubierto para que entrara un poco de aquella poca claridad que había afuera, que no era mucha con el diluvio que estaba cayendo. <<Oh mi amor he vuelto.>>, dije mientras miraba la cama con mucho amor. Cuanto me hacía falta un día libre. Me tire en la cama, me adentre en ella, me acomodé, la felicidad que sentía era pura. Dormiría hasta que el cuerpo me pidiera levantarme. Estaba agotada, así que cerré los ojos y me deje arropar por la manta de Morfeo.

- ¿Qué crees que haces? – apenas había cerrado los ojos.

- ¡El diablo llegó! – susurre. – ¿Acaso no ves, estoy durmiendo? – contesté desde debajo de la corcha.

- ¿Dormir? ¿DORMIR? ¿Quién dijo que ibas a dormir? – se escuchaba el tono de incredulidad en su voz.

- Necesito un día libre y hoy es el día perfecto. – por el amor de todos los dioses estaba lloviendo y tronando sin detenerse y no me habían dejado dormir nada, necesitaba esto, pelearía por ello.

- Estas loca. Levántate vamos a entrenar.

- ¡PIÉRDETE DEMONIO! ¡Hoy no haré nada! – le dije sin siquiera moverme para verlo, cerré nuevamente los ojos.

Sentí un peso encima de mí. Ian no me dejaría libre, tendría que luchar contra él. Di un suspiro de desesperación, realmente estaba cansada, sentía que mi cuerpo ya no me podía sostener más en pie. Ian comenzó a hablar, no entendía nada de lo que decía. Me parece que estaba hablando en ruso quizás. Hice un movimiento brusco tumbándolo a un lado, me desarrope y lo mire con mucho enojo, él no se intimidó en absoluto, solo me regalo una sonrisa.

- Te odio ahora más que antes, ahora vete y déjame dormir. – le dije entre dientes.

- No dormirás, vamos a entrenar.

- ¡IAN! - le grité notablemente desesperada, no era por vagancia, realmente estaba tan agotada que apenas podía estar en pie.

- Sabes, por esta vez te voy a dejar el día libre, también estoy agotado y necesito descansar.

- ¡Eres humano! – le dije sorprendido.

Comenzó a reír, se levantó de la cama y me arropó disimulando molestia. Me dijo que descansara y sin lugar a dudasasí lo haría.    

YO ERA UN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora