TREINTA XXX - ¿UN ARMA?

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- Enyel despierta. – escuchaba una voz masculina muy a lo lejos. – ¡Enyel! – si esto era un sueño me estaba empezando a molestar.

Dormía plácidamente en aquella cama gigantesca luego de un día sumamente agotador, lleno de mucho entrenamiento. No me levantaba hasta que la alarma sonara o Ian interrumpiera mis sueños cruelmente, que era lo que casi siempre sucedía. Le gustaba levantarme alrededor de diez a cinco minutos antes de que sonara la alarma, él muy bien sabía cómo odiaba eso. Son minutos más de sueño, es un pecado que me levante antes de la hora pautada en la alarma.

- ¡AHHHH! ¡MALDICIÓN! - sentí que me tiraron un balde de agua fría en el rostro, precisamente no estaba equivocada. Al abrir los ojos de golpe vi una figura alta y negra junto a la cama. No podía ver bien por el agua en mis ojos y el no poder enfocar bien. Rápidamente tome la cuchilla que tenía debajo de la almohada.

- Con esa reacción tan lenta ya estarías muerta. – Ian otra vez, gruñí por todo lo alto. Miré el reloj junto a la cama y marcaban las cuatro de la mañana, esto no podía ser posible.

- ¿Cuatro de la mañana? Ian haz llegado muy lejos. – le dije mientras salía de la cama para golpearlo.

- Hay una emergencia, vístete, la ropa que vas a usar está ahí, baja en cinco minutos. – estaba sumamente serio, sin decir más salió de la habitación.

Me dio cinco minutos para vestirme y bajar. En dos ya estaba abajo, no sabía si era una prueba o era enserio. Ian no estaba por ninguna parte solo Omar y Hendrick que eran lo que casi siempre estaban al cuidado del señor Koslov. A pesar de que vivía en su casa era extraño verlo porque siempre estaba ocupado en su oficina o fuera de la casa haciendo algo. Según tengo entendido pasa la mayor parte del tiempo en su oficina.

- Te dio cinco minutos y en dos ya estás aquí, arreglada por completo, luces bien, te ves toda una chica mala. – me dijo Omar guiñándome un ojo.

- Ella en definitiva es un diamante en bruto. – sentenció Hendrick.

En ese instante Ian venía caminando por el pasillo en dirección hacia nosotros, me miró y sonrío. Fue solo una leve sonrisa, pero la pude notar. Al llegar a nosotros me habló directamente a mí.

- Enyel te mantendrás todo el tiempo a mi lado. Toma – estiro su mano mostrando un arma – nos has visto donde las colocamos, hazlo. – ¿Un arma? La tome con un poco de miedo porque no me había enseñado a utilizar una, ni siquiera había tenido una en mis manos. Ian me había dicho que en unos días más empezaría con el entrenamiento en armas.

- ¡Hay Jesús y todos los santos! – no pude contenerme.

- No seas tan dramática, lo más seguro no la vas a tener que utilizar.

- ¿Lo más seguro? ¿Y si tengo que hacerlo? – le contesté asustada.

- Hay una probabilidad del noventa y cinco por ciento de que nadie usara sus armas.

- Quizás para ti cinco por ciento sea poco, pero para mí es demasiado.

- Tranquila. – Rápidamente me mostro como debía usarla, aun así empezaba a sentir terror.

- ¿Qué vamos a hacer?

- El señor Koslov se va a reunir con alguien y debemos cuidarlo.


YO ERA UN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora