Capitulo 6.

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—¡Ese es tu maldito trabajo! —le grito a Preston.

—Perdóneme Señorita, no volverá a pasar.

Preston es un hombre de cuarenta y dos años, cabello pelirrojo y ondulado, tez bronceada, cuerpo grande y trabajado, ojos color miel y escasa barba adornando su rostro. Es el guardia de seguridad de la parte trasera de la casa.

—Claro que no pasara, hablare con mi padre de tu incompetencia, eso tenlo por seguro.

—Perdóneme Señorita. —repite.

Doy media vuelta sobre mi eje y llamo a Felipe.

—Quiero que lo lleves lejos—digo refiriéndome a Caleb—, que nadie se entere de lo que ha pasado y pon a otra persona para que vigile la parte trasera. —ordeno.

Felipe asiente y se empieza a alejar.

—No quiero vistas, solo deja que pase Ethan. — le digo antes de que desaparezca por la puerta principal.

Felipe es el jefe de seguridad, tiene el cabello negro, y lo tiene como si estuviera rapado, escaza barba, tez blanca, ojos grises, es el que tiene el cuerpo más grande y sin duda más intimidante del equipo. Él tiene cuarenta años y creo que están por despedirlo.

Subo a mi habitación y me dejo caer en uno de los sillones que dan a la ventana que ahora se encuentra rota.

Veo como Matteo sale del baño y ruedo los ojos. El imita mi acción y se sienta en otro sillón que es para tres personas.

Sus ojos verdes miran directo a los míos a pesar de la distancia en la que estamos.

—Creí que ya te habías ido. —digo.

—Nunca me he ido.

Sonrió llena de burla y enarco una ceja con altivez.

—Te fuiste cuando más te necesitaba, créeme, lo último que quiero es estar contigo en la misma habitación, en mi habitación. —recalco levantándome del sillón individual color rojo de cuero. Camino y me acerco a uno de los buros de noche. —. Suficiente tengo con compartir clases contigo.

Saco mi cargador y lo conecto a mi móvil.

Escucho unos pasos y me giro para ver como Matteo se acerca a mí. Retrocedo y las cosas que tengo arriba del mueble de noche suenan a la vez que yo me golpeo los muslos contra él. Pongo las manos en su pecho para después empujarlo antes de estar realmente acorralada.

—¿Estas bien? —pregunta estrujándome con la mirada.

—Lo estaré cuando te vayas.

—Te acabo de salvar de una violación, al menos invítame a cenar. —se burla.

Lo miro un buen rato hasta que vuelvo a hablar.

—¿Qué quieres? —digo de mala gana.

—Bueno... —se lleva la mano al mentón como si estuviera pensando. —, he oído decir a tu novio que haces unas muy buenas mamadas, ¿Qué te parece eso como agradecimiento? —sonríe inocente.

—Lárgate de mi casa. —le ordeno asqueada por alguna razón.

El empieza a romper a carcajadas mientras se acerca a mí para besar mi mejilla y desaparecer por la puerta de mi habitación.

Cierro la puerta frente a él dando un portazo y lo escucho reír más fuerte.

Imbécil.

Resopló y me acerco a la ventana. Dorothea ya limpio los restos de vidrios y han dejado la ventana corrediza abierta por completo así que deslizó las cortinas blancas con delicadeza para salir al balcón y tomar un poco de aire.

Sangre, sudor y lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora