Capitulo 12

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Matteo.

Ver las marcas que ahora llenan el cuerpo de Danae me ha dejado fuera de juego, me siento repentinamente lleno de preocupación y miedo, donde sea que veo en su cuerpo hay moretones, marcas rojas que de seguro fueron por la fricción de pieles, pero lo que mas me deja seca la garganta son las cortadas de su abdomen. Me siento asombrado y temeroso de que desde los 11 o 12 años le hacen esto.

—Vete de aquí Matteo. —dice alcanzando una bata para cubrir su cuerpo.

Aunque su voz haya salido fuerte su cuerpo reacciona de otra forma, siempre fue así desde niños, y como siempre su rostro y manos la delatan: esta mas pálida y sus manos tienen un ligero temblor.

—Creí que solo te acostabas con los socios de tu padre...—murmuro aun anonado.

Empiezo a caminar hacia ella y cuando la veo retroceder, haciendo mas fuerte el agarre de su bata a su cuerpo me detengo.

—Deja de decirlo como si me gustara hacerlo.

Cierto, la palabra es más atroz: prostitución.

A mi mente vienen un sinfín de imágenes de una pequeña niña siendo violada, golpeada, los gritos, el llanto....

—Solo vete de aquí. —dice después de ver que no me voy.

Déjame ayudarte. — y las palabras salieron sin darme cuenta.

—Me he curado una infinidad de veces, no te necesito.

—Déjame ayudarte, quiero ayudarte, por favor. — vuelvo a repetir y mi tono sale en modo de súplica sin darme cuenta.

Danae me mira con el ceño fruncido por la confusión y la noto tragar saliva silenciosamente.

Vuelvo a caminar a ella, pero esta vez mas cautelosamente y cuando ya estoy frente de un modo más cercano a ella noto como retiene las lágrimas.

Desde los 10 años no la he visto llorar...

¿Cuándo empezó todo esto? — y como si esa oración fuera una clave puedo hasta ver como baja todas sus defensas, dejándome admirar a la verdadera Danae, no a esa popular frígida si no que esa niña cálida a la que amaba.

Una solitaria lagrima recorre su mejilla y rápidamente la envuelvo en un abrazo, la escucho sollozar y siento que me desgarra por completo, siento mi camiseta mojarse, pero rápidamente deshecho eso para reforzar el abrazo al mismo tiempo que siento sus manos en mis hombros. Beso su coronilla y le empiezo a acariciar el cabello, haciendo que mi mente viaje rápidamente a mi infancia.

Matteo bájate te puedes caer.escucho el grito de Danae desde abajo.

No, me he subido muchas veces y nunca me he caído.le grito de regreso.

Volteo con cuidado a verla y noto que tiene los ojos llorosos, su rostro sonrojado y sus manos se ven en puños entre la tela de la falda escolar, mirándome con preocupación. Vuelvo a mirar arriba y noto que solo escalo un poco mas y llego a la cima del árbol. Árbol al que me subí para poder impresionarla, pero... no debería preocuparla, ¿o sí?

Frunzo el ceño y me bajo del árbol. Cuando llego al suelo siento los brazos de Danae rodearme, al mismo tiempo que la escucho llorar.

Pensé que te caerías en cualquier momentolloriquea en mi hombro.

Y como todas las veces que yo me caigo de los patines, ella llora o dormimos juntos... beso su coronilla y acaricio su suave cabello, así como ella lo hace con mis heridas.

Siento tensarse el cuerpo de Danae entre mis brazos y caigo en cuenta en lo que hice... ¿en serio la bese?, ¿en la coronilla y después le acaricio el cabello? Dejo de acariciar su cabello y me quedo helado en mi lugar, Danae se aleja un poco de mí y mis manos bajan de su espalda su pequeña cintura, asegurándome que no se alejara más.

—¿Desde cuando te hacen esto? — digo lentamente mientras me siento caer en sus ojos, en sus verdes ojos que siempre me dejaban sin habla y aliento de niños... y que están volviéndome a dejar así ahora.

Tengo que irme de aquí... aunque no la quiero dejar sola, nunca más.

Frunzo el ceño por el rumbo de mis pensamientos y carraspeo. Danae parpadea y baja la mirada.

—A los doce... cuando me fui a Italia...




Le pido otra cerveza a al barman y en un instante ya la tengo frente a mí, pero rápidamente se me es arrebatada por Elliot.

—Viejo, me agradas y toda esa mierda, pero desde que me pediste que te fuera a traer a la casa de la reinita de tu Instituto hace tres horas no me has dicho nada, solo te la has pasado tomando, —lo volteo a ver. — y agradezco que invites la cerveza, pero enserio que te vez mal.

Hace una mueca rara.

Yo solo me encojo de hombros y la arrebato mi cerveza, llevándomela a los labios y dando un buen trago. Hace tres horas deje a Danae durmiendo, después de que me contara como su papa' la llevo a Italia y lo que la obliga a hacer desde entonces la acompañe al baño, espere afuera que terminara y cuando salió, aun con su cabello goteando me dejo ayudarle a apuntar un poco las heridas, le coloque pomada y me acosté con ella, esperando que durmiera, dejándome absorto en la historia que me conto. También tengo que aceptar que la vi dormir un buen rato como si fuera un enfermo o un acosador... pero me llenaba verla así. Y ahora estoy aquí, en un bar a las dos de la mañana en mí no sé cuántas cervezas.

—Esa chica si que te tiene jodido. —escucho decir a Elliot.

—¿Quién? —suelto bruscamente.

—Ah, si hablas, creí que habías salido mudo de esa casa. —se burla.

Lo ignoro y me acabo lo que queda de cerveza, colocando la botella vacía en la mesa y pidiéndole otra al mesero que acaba de pasar.

—La reinita de tu Instituto si que te enculo cabron.

—Deja de llamarla así. —gruño recibiendo la nueva botella de mi cerveza.

Escucho a Elliot reírse y cuando estoy por dar un sorbo me quita la botella de la mano y el de un sorbo.

—¿Cuándo vas a aceptar que sigues enamorado de Danae?, siempre que la vas a ver terminamos en este bar, creo que ya nos van a poner hasta descuento de tanto que venimos.

—Te confundes, es Allison a la que quiero, no Danae. Además, —agrego. —era un niño cuando decía que me casaría con Danae, obviamente no sabía lo que decía.

Le doy un gran trago al alcohol.

—Siempre a sido Danae. — insiste.

—Era un niño, además, si fuera así ella ya no es la misma de la que decía estar enamorado.

—Si, ahora esta super buena, — lo volteo a ver con el ceño fruncido. —escucha, te quejas de que no es la misma pero tu tampoco lo eres, dices que cambio mucho pero no sabes lo que la hizo cambiar.

Cierro los ojos mientras me paso las manos por el cabello, desesperado y sintiendo un repentino dolor en el pecho, al igual que el ardor en los ojos por las lágrimas que se acumulan.

—Si, lo sé, eso me conto esta noche. — digo con la voz rota y recargando mi cabeza entre mis manos.

Sangre, sudor y lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora