Capitulo 22.

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Danae.

Mi plan principal era llegar al Instituto e ignorar a Matteo, por eso llegue tarde. Aunque no me imagine verlo correr a mi bajo los recientes rayos de sol. Lo quería ignorar, era lo único, pero al sentirlo cerca todo se vino abajo. Y ahora estoy aquí, enredando los dedos en su rubio cabello y uniéndome más a él, para sentir el calor de su cuerpo. Me da un casto beso en el cuello y me rio. Su cabello me ha hecho cosquillas. Creo que es la primera risa que he hecho en años.

—Tres días y no sabes vivir sin mí. — digo. Matteo se separa de mi y me quita los anteojos. No recordaba que los traía puesto. Creo que ha sido la costumbre de estos tres anteriores días.

El me mira un buen rato a los ojos y su sonrisa se ensancha. Lo miro divertida.

—No eres una persona estable Danae, no sabía si esperar por alguna señal de vida o simplemente declararme viudo o dejado.

Una risa burlona brota de mi sin querer. ¿Viudo?, hasta donde yo recuerdo la ultima vez que lo vi termine mal. Mandándolo al carajo y guardando la vocecita que cuando lo veo me grita que le diga ya que lo amo sin tantos rodeos y ser felices. Pero unos segundos después la realidad me golpea. La realidad de que, aunque lo desee no puedo dejar de hacer lo que mi padre me dice, se que el no querrá estar conmigo así, además de que sería injusto.

—Acompáñame. — dice serio tomando de mi mano. Entrelaza mis dedos e inconscientemente miro ese contacto.

¿Está bien ir? No, debería seguir el plan, dejarlo y que me ignore para que se le pase esa confusión de sentimientos que cree tener hacia mi para que yo no salga peor de como ya he entrado a esto. Lo miro a los ojos y noto que está a la espera mi respuesta.

Si voy con el me llenara de preguntas, se que se ha preocupado por mi ligera "desaparición" -sé que me iba a buscar a casa-, pero no sé si pueda ir con él. Estoy por decir que no cuando una camioneta negra y polarizada empieza a buscar espacio en el estacionamiento.

—Si. —le respondo haciendo todo de mi para que la fingida sonrisa parezca real. A los demás siempre se me ha hecho demasiado fácil mentirles, pero a Matteo; quien prácticamente se podría decir que crecimos juntos nunca pude mentirle.

El me guía a su auto al mismo tiempo que dos de los nuevos guardias se bajan de la camioneta, abrochándose los trajes para entrar al Instituto.

Me han estado siguiendo cada vez que salía en estos tres días. Aunque claro, los primeros dos ni siquiera salía de la cama, prácticamente estoy mas delgada por la falta de apetito que me inundo, el maquillaje me ha quitado las ojeras y solo ayer sali a que me depilaran, me arreglaran el cabello, las uñas, me exfoliaran y me quitaran o ayudaran a que los moretones y cortadas se borraran. Estuve casi todo el día ahí, mientras me "perfeccionaban". Esas fueron las palabras de papá.

Miro por la ventanilla y noto que estamos saliendo de la cuidad, me giro a Matteo y la noto entre tenso y nervioso, tamborileando los dedos sobre el volante. Le pregunto a donde vamos, pero solo me da una pequeña sonrisa de boca cerrada, diciendo que es una sorpresa. Una ligera llovizna empieza a caer, pero desaparece rápidamente al igual que la tensión y nerviosismo del rubio.

Miro detrás del auto y caigo en cuenta que como prácticamente hui de los guardaespaldas solo traigo mi mochila, dejando el abrigo en el auto.

Enfermarme es lo último que necesito. Aunque tal vez el saco del uniforme me cubra lo suficiente si se llega a sentir frio. Si, un poco de esperanza es bueno.

Matteo entra en el bosque de pinos y después de adentrarse hasta llegar a la colina del lago detiene el auto.

Matteo se baja del auto, sin apagarlo ya que enciende las luces y estas se quedan así. Yo también me bajo.

El lago junto a las flores y demás plantas se ven casi distorsionadas por el velo de neblina que cubre esta parte del bosque. Me hago el cabello hacia atrás y acomodo el flequillo que deje libre en mi frente, recordando.

Me bajo de la bicicleta, dejándola junto a la de Matteo y me adentro en el bosque. Cuando llego lo veo acostado en el césped, con los ojos cerrados y los labios entre abiertos. Los escasos rayos solares que proporcionan la puesta de sol se mezclan en el cabello rubio de Matteo, se unen con la cristalina agua del lago y algunas de las flores que trajimos de casa empiezan a florecer. Me acerco mas a el y me acuesto con los pies en dirección al bosque, mientras los de Matteo están hacia el lago. Yo al norte y el al sur. Como siempre.

Papá dice que ya no me dejara ir sola a ningún lado. También que nunca debería hacerlo ya que solamente tengo once años. le digo mirando su perfil.

Matteo abre los ojos y gira el rostro para verme, pareciera que esta de cabeza y eso de alguna extraña manera me da risa, creo que por eso siempre nos colocamos en esta posición.

El césped esta cálido.

El mío dice que ya estoy grande como para dejar de pedirle permiso de salir. Creo que nuestros padres son raros.responde haciendo una mueca rara.

Y como siempre que venimos aquí nos contamos nuestros secretos, o hablamos de las ausencias de madres que hemos tenido desde pequeños. Yo escuche que la mía murió en el parto, otros dicen que escapo, otros creen que se fue con la mamá de Matteo. Pero yo solo sé que no quería a papá. Pero no importa, yo si lo quiero.

Se podría decir que esta área del bosque era nuestro lugar. Lo encontramos en una excursión del Colegio, pero se volvió tan aburrido que Matteo y yo empezamos a jugar a las atrapadas, haciendo que nos perdiéramos y encontráramos este lugar. Nosotros tan solo teníamos nueve años. Desde entonces lo buscamos e hicimos un camino para llegar aquí.

Matteo camina con las manos en los bolsillos y me mira un rato antes de sentarse en el césped. Con los pies en dirección al norte.

—¿Qué esperas? —dice sonriente antes de señalarme el césped. —. Un poco de césped posiblemente mojado no dañara tu cabello, maquillaje y todas esas cosas que te haces.

Enarco una ceja y el se acuesta, colocando los brazos bajo su cabeza y cerrando los ojos. Lo veo sonreír.

Resoplo y me acuesto en el otro extremo, con los pies en dirección al sur. Pongo las manos en el césped antes de acostarme y siento que está un poco húmedo. Me acuesto y para estar un poco cómoda pongo mis manos en el estomago mientras una de mis piernas está mas arriba que la otra, haciendo que mi falda se deslice exponiéndome un poco. Sinceramente ya no me importa quien llegue a pasar y me vea.

Giro mi cabeza a Matteo y noto que este ya está viéndome. Serio.

—Bien, recuerda que está prohibido mentir aquí Danae, al igual que se dice todo lo que piensas, este lugar es santo. Es nuestro santuario. —dice la última frase divertido. — Aquí somos unos libros abiertos.

—¿Es mi idea o te veo muy feliz?

—Lo mismo te pregunto, pero sí. Me alegra volver aquí contigo.

—También a mí.

Desvió la mirada al nublado cielo y suspiro. Escucho que Matteo me llama y vuelvo mi vista a él.

—Sabes que aquí no se miente, y lo primero que quiero decirte antes de abarrotarte de preguntas es que en el estacionamiento ame escuchar una genuina risa. —mi mira un buen rato. El corazón me late descontroladamente y empiezo a presentir que saldré de este bosque muy mal. Su mirada es dulce y sobre todo me duele que se vea demasiado sincera, al igual que su voz, en un tono ligeramente mortificado, desesperado y anhelante al decir las siguientes palabras. —Danae, créeme cuando te digo que te amo. También que no me cansare de recordártelo hasta que te entre en esa testaruda cabeza que de igual forma me enamoro.

Sangre, sudor y lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora