Enamorada de un endemoniado mayordomo.

Capítulo 5.

La nota que hallé junto con esa muñeca decía:

"Hace mucho tiempo que he tenido esta muñeca en mi poder, ya es tiempo para que la tengas de vuelta, pero... ¿sabes? te hemos estado vigilando durante todo este tiempo Phantomhive y no nos detendremos hasta que te veamos muerta al igual que tus antepasados, nosotros liberaremos a todos de ustedes Phantomhive"

Al final de la nota estaba ese mismo símbolo, la cruz invertida con la luna creciente en la mitad, ahora lo recordaba, esa muñeca había desaparecido cuando tenía siete años, era mi muñeca favorita puesto que tenía un valor sentimental para mí.

—No... lo... puedo creer, durante todo este tiempo me han estado vigilando —dije mirando a la muñeca. Había pasado tanto tiempo desde que desapareció y aún se encontraba en buenas condiciones, pero me hacía sentir escalofríos al verla llena de alfileres.

—Aquí está el mismo símbolo, del que hablaste hace dos meses. —Sebastian tenía la nota.

—Si, el mismo. ¿Hasta cuándo se mostrarán? no sé qué esperan —dije totalmente confundida.

—No tienes por qué desesperarte Amélie, tenemos que pensar en lo que haremos.

—Tienes razón, Sebastian —dije cabizbaja.

De pronto comenzó a sonar mi celular, lo tomé pero no vi quien me hablaba.

—¿Hola?

—¡Amélie! —Era Kate, tuve que alejar un poco el celular de mi oído por su grito.

—¿Cómo han estado tus vacaciones? —dije, caminé hacia mi habitación y cuando llegué me recosté en mi cama.

—Estuvieron muy bien, aunque me hubiera encantado que fueras conmigo —dijo tranquilamente.

—Sabes que no tenía ánimos como para salir de vacaciones Kate, pero ¿ya estás de regreso?

—Si, ya regresé ¿cómo has estado?

—Pues... bien —le dije, aunque la verdad es que no me oía convencida.

—¿Bien? realmente no te escuchas bien.

—Es porque estoy un poco cansada.

—Te veo en tu casa en un momento —dijo seria.

—No es necesario que ven... —no dejó que terminara mi frase, me había colgado.

Sebastian tocó la puerta de mi recámara.

—¿Qué pasa Sebastian? —Seguía recostada.

—La señorita Katherine está abajo —dijo.

—Ahora bajo. —¿Tan rápido vino hasta aquí? Kate se toma las cosas muy en serio.

—¡Amélie! —dijo, se lanzó hacia mí con tanta fuerza que hizo que cayera al piso.

—Tampoco seas tan cariñosa —dije sarcásticamente.

—Si entendí tu sarcasmo —dijo levantándose.

—A eso quería llegar —dije también levantándome.

—Bien, Sebastian, ¿cómo ha estado Amélie? —¿Por qué rayos le preguntó a él?

—A usted no le puedo mentir, pero su amiga se ha desmayado varias veces —dijo con una sonrisa burlona.

—¡¿Qué?! —Ella me tomó de los hombros y comenzó a moverme bruscamente —. ¿Has comido bien?

—Este... bueno... no, no he comido bien —dije entrecortadamente.

—Deberías comer bien Amélie. —No le contesté —. ¿Ya comiste?