Capítulo 8.

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Inicié una conversación con Cenit, me pareció una chica muy linda en su forma de ser y no me pareció en ningún momento un peligro, mientras hablaba con ella llegó Sebastian para decirme que ya debíamos irnos, pero cuando me vio con Cenit se le quedó viendo como si fuera atarme en algún momento.

—¿Por qué miraste de esa manera a Cenit? —pregunté de repente, íbamos hacía el estacionamiento.

—Te recomiendo que no te acerques a ella —respondió fríamente sin siquiera mirarme.

—Ella no mostró en ningún instante ser un peligro para mí. —Me detuve en medio del estacionamiento.

—Es mejor que te alejes de ella. —También se detuvo, pero no volteó a verme e ignoró mis palabras.

—¿En serio? Sebastian, entiende que Cenit para mí no me es un peligro, ella se acercó y comenzamos a hablar, yo no vi otras intenciones en ella —dije con firmeza.

—Realmente eres muy inocente y crédula. —Me vio molesto, pero no solo había eso en su mirada, había algo más que no pude descifrar.

—Yo no soy inocente y mucho menos crédula. —Me molesté por lo que me dijo ¿cree eso de mí?, yo se diferenciar entre el bien y el mal. Admito que no fue una muy buena decisión hacer un contrato con un demonio pero si lo hice fue por desesperación, ahora sé que ya no hay vuelta atrás y yo misma me he condenado.

—Debemos irnos, sube. —Evadió el tema y solo subí al auto molesta, en todo el camino no hablé con él. Llegamos a la mansión, me abrió la puerta y me fui directo a mi habitación y me acosté en mi cama y comencé a reflexionar ¿Cenit es un peligro para mí? apenas si hoy la conocí, es muy pronto para decir que me hará daño, sé bien que el "Gran jefe" mandará a otro de los doce para atacarme y es por eso que he estado alerta durante estos últimos días y ahora que me acabo de mudar. También acababa de enterarme de que tengo una tía y que en unos días vendrá a verme, por un lado, me siento feliz de saber que tengo a alguien de la familia, pero algo me dice que debo mantenerme lejos de ellos.

Puse mis manos en mi cara, observaba el techo entre mis dedos, cerré mis ojos por un momento y luego los abrí, pero me encontré con los ojos de Sebastian.

—¡Ah! —grité y me hice hacia atrás por instinto. —Me asustaste, ¿qué haces aquí?

—Está lista la comida —dijo acercándose peligrosamente a mi rostro. Me puse nerviosa.

—Vamos —contesté rápido y me alejé de su rostro para salir casi corriendo de la habitación y me dirigí al comedor, me senté, comencé a respirar hondo para tranquilizarme.

—¿Le pasa algo, joven ama? —preguntó Paula sirviendo la comida.

—No, nada —respondí, le di un sorbo a mi bebida.

—¿Está usted segura, señorita?, porque la notó nerviosa y está roja de la cara. —Cuando dijo eso me comencé a ahogar con el agua y tosí —. ¡Señorita!

—Cof... cof... estoy bien...cof. —Seguía tosiendo, después de unos minutos me tranquilicé, odio que mi rostro muestre todo lo que me pasa.

—¿Ya está mejor? —preguntó preocupada.

—Sí, estoy bien —dije para dejarla tranquila —. Puedes irte.

—Con su permiso. —Se fue y yo pude relajarme un poco tras su ausencia, además de despejar a mi mente de todo, ¿por qué siempre hace eso Sebastian?, procedí a comerme la comida, por primera vez si tenía apetito y me comí todo, me levanté de la mesa y salí de ahí pero antes revisé que Sebastian no estuviera por allí, después de ver que no se encontraba cerca me dirigí hacia el jardín.

Enamorada de un endemoniado mayordomo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora