Capítulo 60: Ella es adorable

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Ambas lloramos y de un momento a otro mi padre ya no estaba junto a nosotras en el abrazo. Sentí a Jazmín apretar sus brazos alrededor de mí y me sentí mareada. Fue eufórico, literalmente no puedo describirlo como algo más, sólo eufórico. Sus sollozos disminuyeron pero ella no me soltaba, antes, se aferraba a mi, como si su vida dependiera de ello. No pude controlar mi impulso y besé la corona de su cabeza.

En el segundo que mis labios dejaron su cabeza, ella levantó su rostro y me miró. Yo había crecido un poco más desde la última vez que nos habíamos visto así que era un poco más alta.

 Yo había crecido un poco más desde la última vez que nos habíamos visto así que era un poco más alta

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Seguí la visión de sus ojos mientras se paseaban por todo mi rostro hasta que llegaron a una parada, mis labios

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Seguí la visión de sus ojos mientras se paseaban por todo mi rostro hasta que llegaron a una parada, mis labios. Temblaba un poco y evitaba capturar ese par de cosas que había soñado en la cárcel. Mordía su labio inferior extremadamente duro, la mueca que hizo después lo hizo obvio. Llevé mi mano y barrí mi pulgar por su labio inferior, liberándolo de su mordida.

-"Lo siento"- Susurró

-"Te perdono y yo también lo siento"- Suspiré, y froté mi mano de arriba a abajo en su espalda para tranquilizarla.

Sus ojos se cerraron ante el sentimiento y mis impulsos regresaron. Dejé una mano en la curva de su espalda, y la otra recorrió arriba hasta llegar la parte trasera de su cuello. Se estremeció en respuesta y un pequeño ceño fruncido hizo camino hacia su cara. Sonreí un poco y dejé que mi pulgar acariciara su cuello sensible, corriendo arriba a abajo de su lugarcito especial.

Dejó escapar un grito ahogado y apretó los ojos con más fuerza, concentrándose en todo lo que mis manos estaban haciendo. Moví mi brazo aún alrededor de su cintura, trayéndola más cerca de mí. Nuestros pechos ahora se estaban tocando a través de nuestra ropa. La mano que estaba en su cuello se había trasladado a su mejilla y mi pulgar acariciando sus pómulos en movimientos suaves. Dejó escapar su aliento en un gemido ahogado y de inmediato abrió los ojos pensando que yo la iba a alejar. En cambio, vio unos ojos amables, ojos de perdón. Sus propios ojos se centraron en mis labios de nuevo y se movió un poco más cerca de mí.

Pronto nos encontramos cara a cara, no me había alejado, pero ella me evitaba con todo lo que tenía, tal vez era el miedo de que yo iba a cambiar mi mente.

Mi maestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora