Capítulo 33.-El monte celeste.

30 3 1
                                    

Una joven mira hacia el cielo, como una gran luz se acerca rápidamente. La joven está desnutrida y demacrada.

Como si se hubiese resignado a su destino, mientras todo lo que tocaba esa luz se desintegraba a su alrededor ella se limitó a observarlo sentada y cerró sus ojos.

La explosión llegó y ella tan sólo lo supo: aquél era el momento de su muerte ¿Cierto?

Pues no podría haber estado más equivocada. Lo que recibió no fue radiación y estuvo en el lugar más idóneo para recibir el maná en su cuerpo pues este no le mató.

Con su vista borrosa y cuerpo cansado, se puso de pie. Sobrevivió.

Cuando pudo ver bien, notó que faltaba casi en su totalidad una población humana.

Caminó y caminó, por un tiempo indefinido. Se topó con miles de demonios que trataban de devorarla, pero, sin importar lo que hacían, ella sobrevivía.

Y con el tiempo, sus heridas sanaban.

Da igual del tipo y gravedad que fuesen, todas se recuperaban.

Incluso dejó de sentir dolor.

Se rompió, ese fue el resultado de ver aquella triste realidad. La humanidad fue casi totalmente erradicada, salvo por unos cuantos que no tardarían mucho en ser asesinados.

Al menos eso pensaba, pues fue llevada a una cueva donde le torturaron los demonios, entre los cuales recuerda haber visto a otro humano más, pero seguro fueron especulaciones suyas.

Lo supo, sería una tortura eterna. Al menos por varios años, hasta que le vió, un humano.

Éste le salvó, más en cuánto le dijo sobre su habilidad, éste humano cambió radicalmente su actitud y terminó forzandola a aceptar un trato amo-esclava, aunque ella no se rehusó. En aquél momento se preguntó si el destino podría ser un poco más amable con ella.

Fue desmembrada multitud de veces, le arrancaron trozos de piel y demás, pero a pesar de ello, no murió.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

—Entonces, ¿Me responderás? —cuestiona Elías.

La mujer se quedó en silencio mientras le observaba.

—Soy algo así como tu madre —responde la mujer.

—¿Algo así? —Vuelve a preguntar la ahora chica.

La mujer se queda en silencio mientras se talla su brazo, como si quisiese decir algo pero las palabras no salen de su boca.

—....¿Lo sabes?

—... ¿Él qué?

—El hecho de que ni siquiera estés realmente vivo —comenta la mujer tocándose el pecho.

Elías quedó estupefacto ante aquella declaración, ¿Qué no estaba realmente vivo?

Una sandez, así fue como la pelinegra lo definió.

—No estás realmente vivo, porque, ni siquiera eres un ser orgánico —dice la mujer—. ¿Lo recuerdas ya? Tú, no eres más que un homunculo, no, una máquina simulando ser humano.
La pelinegra trató de evitar crear en todo ello, más por alguna razón, grandes cantidades de información fluyeron a su mente.
Todas ellas relacionadas a lo mismo, experimentos y seres artificiales producido en masa basándose en un sujeto de pruebas.

Una de las únicas supervivientes de hace más de un milenio. Todos ellos con el fin de producir un super ejército capaz de acabar con los demonios.

Más fue un fracaso, o al menos a simple vista.

Gran CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora