Capítulo 4.- El gato que quiso ser humano.

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Un par de gatos corren mientras son correteados por una anciana con escoba.

Un pequeño gato con tan sólo pelaje color gris en la zona superior de la cabeza llora mientras busca a su madre, no pudiendo ver y apenas nacido hace unas horas.

El resto de sus hermanos murieron a pocas horas de nacer, sus padres nunca más volvieron y quedó solo.

El pequeño gato casi calvo esperó durante una semana entera sin comer ni beber nada, con una resistencia impropia de un ser vivo logró seguir viviendo mientras sus hermanos se descomponen.

El brujo William Hong, quién por aquél tiempo casualmente pasaba por ahí, acogió al gato y lo llevó consigo mientras viajaba.

El destino decidió que aún no era tiempo de que el gato muriera por lo que le envió un guardián.

—Tú nombre será Gilbert —dice William.

Ciertamente la carrera del brujo Hong fue despegando de a poco, siendo reconocido por sus compatriotas aún se sentía algo solo, por dedicar su vida a su pasión, nunca conoció el amor.

Entonces ¿Qué deseó el brujo?....

Simple, un hijo. Lo pidió una y otra vez con lágrimas, llorando desconsoladamente; rezando a dios. Se arrepintió de volverse un viejo ermitaño y senil, hundiéndose en la desesperación.
Y el gato sintió la angustia de su dueño, por lo que trató de alegrarle, pero nada funcionó. En ese momento se convenció, lo que su dueño necesitaba no era un gato, sino un humano.

"Quiero ser un humano".

Eso pensaba el gato mientras observaba como día con día su dueño entraba en una depresión aún más fuerte.

"Quiero ser un humano para traer felicidad al dueño".

En algún momento, el simple pensamiento pasó a ser un fuerte deseo de corazón. El gato, que tenía una gran inteligencia sobresaliente, pensó:

"Si muero, ¿Podré renacer como un humano? Cierto, así haré feliz al dueño".

Con eso en mente, salto a un lago y se ahogó, sin embargo, quién diría que lo último que vería sería una estrella fugaz, con el mismo pensamiento deseó:

"Ojalá fuera un humano".

Y su deseo se realizó, al tercer día de su muerte, renació como un niño de 5 años.

Con gran emoción corrió con su maestro, quién pese a su aspecto logró reconocerlo. Desde ese día, el gato cumplió su sueño.

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—¿A qué viene ese pensamiento? —Se pregunta Gilbert.

Gilbert se encuentra descansando sobre una pradera, Elías lo observa descansando y decide acercársele mientras aún duerme.

—¿No deberías estar vigilando el perímetro? Señor general —cuestiona "Elisa".

—¿Hm? —Gilbert abre un ojo y mira de quién se trata—. Oh, princesa.

—¿Podrías llamarme por mi nombre?《Realmente me enferma que me llamen princesa》—pide la pelinegra.

El viento agita el pasto y trae consigo flores de cerezo que están cerca de dónde nuestra ahora protagonista se encuentra.

—¿La que rompe promesas? ¡Hmph! Prometiste decirme dónde está Elías —Se queja Gilbert.

—¿Eres imbécil? ¿Lo eres? —pregunta Elías.

El actual general le da la espalda a la pelinegra, quién suspira y toma asiento cerca del chico.

—Qué nostalgia, al ver este panorama. Y sobre todo los árboles de cerezo —dice Elías con una sonrisa.

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