Capítulo 5

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Noah.

La fiesta es exactamente idéntica a todas a las que he ido: un gran caos, musica rompe-tímpanos, ríos de alcohol y una capa de humo que va desde el techo hasta la mitad de la habitación.

Mientras atravieso la entrada, de un lado va Mallory aferrada a mi brazo y del otro Sarah que ha pasado todo el tiempo en el auto bufando y ahora mira asqueada a mi chica, como si tuviese otra nariz en la frente.

La fulmino con la mirada, como advertencia, y ella en modo de respuesta se lleva dos dedos a la boca e imita unas ganas de vomitar; por eso corre a la cocina a buscar algo para beber.

-¡Aquí estás, campeón! ¡Bienvenido a mi casa!- saluda Scott apenas me ve entrar- Y hola también a ti, preciosura. Digna de la líder de las animadoras, te ves bellísima en ese vestido azul.

Mallory ríe satisfecha mientras la observo distraídamente: su espectacular físico está ceñido en un vestido azul oscuro sin tirantes, en los pies lleva un par de sandalias con un tacón vertiginoso y en las orejas cuelgan aretes que suenan a cada vaivén, y cabellos rubios con rizos delineados, que ondean a cada movimiento de la cabeza.

Sarah, apenas regresa de la cocina con un vaso rojo lleno de cerveza, alza los ojos al cielo furiosa. No dudo que si pudiera ensartar a Mallory en una brocheta, lo haría con una sonrisa en los labios.

-¡Y hola también a la bella hermanita de nuestro grandioso capitán!- Scott parece no querer terminar su palabrería, medio borracho como está.

-Ya te dije todo lo que pienso, ¿verdad?- lo amenazo, recordándole lo que habíamos hablado en el comedor acerca de él y sus ojos castaños que no se le quitan a mi hermana de encima.

Me sonríe nervioso, pero entre más lo miro me parece más alegre, por lo que desisto de discutir con él.

Arrastro a Mallory hacia la cocina mientras le arrebato la cerveza de la mano a mi hermana- ¡Hey!- protesta ella enfurecida, lanzando una mirada que podría quemar hasta al mismo diablo.

-Sólo tienes diecisiete años, Sarah. Esta la beberás dentro de algunos años- digo mientras boto la cerveza en una maceta. Nunca me ha llamado la atención y creo no la bebería aunque no fuese jugador de basquet.

-¡Hey, vamos, Noah! No te pongas en "roll papá" ahora. Ya tengo uno y en estos momentos está tirado en el sofá de nuestra casa viendo el partido de béisbol- reprocha al instante mi dulce hermana.

-Pero ahora él no está aquí y yo hago su función- insisto.

-No tienes ni la mitad de su autoridad, fratello- cuando me llama "fratello", hermano en italiano, la lengua natal de nuestros abuelos, sé que no cambiará de idea. Durante nuestras discusiones más épicas hablamos en italiano. No sé porqué sucede, sólo se da. Si entras a la casa Ferraro y escuchas hablando en italiano en tono fuerte huye, eso quiere decir que hay una guerra interna en curso. Probablemente entre Sarah y yo. Nosotros somos los que siempre discutimos, mis padres son bastante tranquilos. Cosmo y Portia Ferraro son dos padres calmados, difícilmente discuten o están en desacuerdo con algo. Tienen personalidades fuertes y muy distintas (como Sarah y yo, para variar) pero casi nunca entran en conflicto. Creo que nunca los he escuchado alzarse la voz el uno al otro y eso que mi padre se agita y grita como desquiciado frente al televisor viendo algún partido. A veces llega a enloquecerse tanto que me da miedo que le llegue a estallar la cabeza.

-¿Qué dijiste? ¿En qué idioma hablas, Sary?- ríe Mallory, observando a mi hermana como si tuviera dos cabezas.

-Sarah, me llamo Sarah. Sólo mamá me puede llamar Sary- ataca mi hermana, incinerándola con la mirada.

-Es italiano, Mallory. Mis padres nacieron en Italia, ¿recuerdas?- me meto en medio para evitar el enfrentamiento que podría destruir a mi chica. Mi hermana está siendo de todo, menos tierna.

Da lo mismo si dije una estupidez, Mallory no lo notará o de todas formas no lo recordará para la próxima vez que esta discusión vuelva a surgir. En realidad, mi padre nació y vivió en Italia hasta la edad de diecinueve años, cuando montó en un avión y vino a los Estados Unidos, a Milanville, y consiguió trabajo en una cafetería. De lavaplatos pasó a ser camarero y luego ascendió a supervisor. Hace diez años, el propietario fue pensionado y mi padre tomó las riendas del local. Fue algo al azar, y mi madre estaba aterrada, pero por fortuna lo supo llevar y apoyar. También porque mi padre no sabría hacer más nada: después de treinta años en esa cafetería, esas cuatro paredes se convirtieron en su vida. Y allí conoció a mi madre, ella trabajaba en la biblioteca al final de la calle e iba casi todos los días por un café en la hora de almuerzo. Una taza después otra, al final se conocieron y se enamoraron. El hecho de que mi padre sea italiano y que mi madre sea hija de inmigrantes italianos dio el principio de la conversación.

Mi madre nació aquí en Estados Unidos, en Washington, pero cuando era pequeña mis abuelos se mudaron a Milanville y aquí creció, hablando italiano en casa e inglés por fuera. Obviamente mi madre tiene el acento americano fuerte cuando habla, tanto como lo tenemos Sarah y yo. Afortunadamente papá nació y vivió toda su infancia y adolescencia en Italia, por lo que gracias a él, nosotros dos logramos con el tiempo hablar italiano de manera fluida y correcta. Nuestros padres entre ellos hablan sólo en italiano, también Sarah y yo hablamos entre nosotros así y cuando tenemos charla con nuestros padres, igual. A veces mezclamos los dos idiomas y es un verdadero desastre.

-Oh, sí. Tus padres siempre hablan un idioma extraño entre ellos- ríe Mallory, sorbiendo un poco de su cerveza. Tampoco ella podía beber porque no tiene aún veintiún años pero no es mi hermana. Está lo suficientemente grande para cuidarse a sí misma.

-Es italiano, no un idioma extraño. Pero entiendo que para alguien con el cerebro de un chimpan....- tapo la boca de mi hermana con la mano antes de que termine de decir aquella crueldad contra Mallory. Por fortuna, esta última no entiende el sarcasmo y sonríe a Sarah como si fuese un alienígena: interesante pero incomprensible. Sarah me mira mal, soplando aire caliente sobre mi meñique. Me mira con el rabillo del ojo pero no dice nada más.

Afortunadamente, en el transcuro de la fiesta las cosas van más o menos tranquilas. Sarah se desapareció con sus amigas cuando entramos al salón de baile, donde Mallory y yo hablamos con Melody y unos compañeros de equipo y bailamos un poco, ella apretándose a mí de manera realmente sensual, excitándome. Por eso nos encontramos aquí, en el baño de la casa Pattinson, metiéndonos mano. Luego de que desabrocho la cintura de mi pantalón, estos caen junto con el bóxer. Cuelo mi mano bajo su falda alzándola sobre la cintura, luego agarro sus bragas y las echo abajo, dejándola desnuda y expuesta frente a mí.

Mallory se lame los labios, excitada- Hazlo rápido- me dice con tono urgente. Saco de mi bolsillo trasero la billetera y de uno de los bolsillos de esta, el preservativo. Rompo el sobre plateado y me lo coloco de prisa, la agarro por la cintura y la alzo, colocándola sobre el borde del lavamanos. Le abro de piernas y me posiciono en medio sintiendo sus manos aferrarse a mi espalda antes de penetrarla de una sola estocada. Con Mallory nunca me he tenido que ocupar demasiado por preliminares, siempre está lo suficiente mojada para penetrarla fácilmente.

Muevo la pelvis hacia atrás y hacia adelante, cada vez más rápido, y sus gemidos cada vez son más fuertes y agudos. Para no dejarnos escuchar por alguno que pase por la puerta del baño, le cierro su boca con la mía, jugando con su lengua. Su labial se me marca en la cara y su aliento entra en mi boca con la misma velocidad con la que la penetro.

Sus uñas pintadas de rosa caramelo se aferran a mi espalda y se hunden en mi carne quemándome la piel. Un rugido se me escapa de la garganta mientras que me hundo con una estocada más fuerte dentro de ella. En respuesta, suelta un grito y su cuerpo se estremece, señal de que ha alcanzado el placer.

Yo necesito más tiempo, concentrarme y pensar en algunas de las películas porno que he visto en la oscuridad de mi habitación para poder excitarme y correrme. A veces me siento culpable, porque pienso en alguna otra en vez de en ella, pero creo que sería más vergonzoso no correrme. Al final, este es un secreto que me guardo dentro. Cuando estaba más adolescente con cualquier idiotez me excitaba y me corría, ahora necesito de más tiempo y pensar en numerosas chicas hermosas desnudas tocándome. Y es sólo con esas imágenes que me corro con un gruñido, quedándome medio satisfecho.

Amor es Amor ® [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora