De pie junto a la entrada de una estancia situada en el cuarto piso del castillo, HanSol observaba a su hermano mayor con cautela. JiSoo había estado de un humor inestable desde que había regresado de las halconeras aquella mañana. Y la noticia de que su futuro esposo no iba a compartir la mesa con él hasta el banquete matrimonial, no había ayudado a calmarlo.
—Las dependencias de las mujeres —comentó el barón irritado. Con la capa negra sobre los hombros y las manos convertidas en puños, examinó detenidamente la austera habitación de piedra. Una fuerte corriente de aire provenía del desagüe que iba a parar al foso, y no había tapices ni paneles de madera que templaran el gélido ambiente. Por otro lado, el tamaño de la tina era mucho más adecuado para una mujer que para un hombre.
Aunque al menos, el cálido vaho procedente del agua caliente caldeaba la fría habitación.
—Maldita sea. ¿Por qué habrán puesto la única bañera que hay en toda la fortaleza en los aposentos de las mujeres? —preguntó JiSoo, malhumorado.
—Lord JeongSeo nunca ha estado más allá del reino—señaló HanSol con calma—. No ha tenido la oportunidad de aprender y disfrutar de otras costumbres que no sean las suyas. Probablemente piense que el bañarse puede poner en peligro su virilidad.
— ¿Es que ese hombre no ha hecho otra cosa que sembrar de bastardos la campiña mientras su mujer seguía viva?
HanSol, sabiamente, no dijo nada.
—El muro del patio interior es más madera que piedra —siguió el barón—. Ha dejado que las armas se oxiden, los campos apenas están arados, los desagües son agujeros putrefactos, de los pastos quedan poco más que piedras, los estanques contienen más algas que agua y ni siquiera se ha previsto una madriguera con conejos para poner carne sobre la mesa durante el invierno.
—Los jardines están muy bien cuidados —apuntó HanSol.
JiSoo emitió un sonido de disgusto.
—Y las dependencias de los halcones parecen limpias —continuó su hermano.
Fue un error mencionar las halconeras, ya que la expresión del barón se endureció salvajemente.
—La dejadez de lord JeongSeo no tiene sentido —gruñó—. ¡Tener tanto y utilizarlo tan mal!
HanSol miró al escudero de JiSoo, que parecía atemorizado. No era un espectáculo agradable ver a su hermano tan furioso.
— ¿Está todo preparado para el baño de tu señor? —le preguntó HanSol.
El muchacho asintió con rapidez en respuesta.
—Entonces ve a buscar la cena. Y trae también varias jarras de cerveza, carne fría y queso. ¿Han preparado en la cocina un pudín decente ya?
—No lo sé, milord.
—Averígualo.
—Y encárgate también de encontrar a mi prometido —intervino JiSoo.
El chico abandonó la habitación con una velocidad indecorosa, olvidándose de colocar las cortinas que separaban la tina del resto de la estancia.
—Ha luchado contra los turcos con menos miedo —comentó HanSol mientras corría las cortinas para evitar las corrientes de la puerta—. Has asustado al muchacho.
El sonido que emitió el barón no fue muy tranquilizador.
— ¿Está enfermo el halcón peregrino que te ha regalado el rey? —inquirió su hermano.
—No.
— ¿Las halconeras estaban descuidadas?
—No.
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Indómito《JiHan》
FanfictionEl peligroso y enigmático Hong JiSoo regresa a Inglaterra colmado de gloria y riquezas obtenidas en las Cruzadas, para reclamar su recompensa: su prometido sajón que le ha sido destinado por el rey. Sin embargo, el lord Yoon JeongHan, atrapado en un...