《Le ha hecho perder el juicio》

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— ¿Qué quieres decir con que no puedo entrar? —Gritó Han—. ¡Es mi esposo!

—Sí —le espetó HanSol con violencia—. Un esposo que no deseas. Has estado en su contra desde que os casasteis.

— ¡Eso no es cierto!

Las joyas de los tobillos de Han repiquetearon con controlada fiereza cuando intentó pasar rodeando a HanSol. Pero él se movió con rapidez, bloqueándole la entrada a los aposentos de JiSoo. En silencio, el joven se giró hacia el otro lado y avanzó como una flecha hasta que una mano cubierta con guantelete de malla se cerró dolorosamente alrededor de su muñeca, haciendo que se aferrara al asa de la cesta que llevaba.

—No pongas a prueba mi paciencia, brujo —le advirtió el normando con aspereza—. Sé lo que has hecho con esas extrañas plantas que recogiste en ese maldito lugar.

Han lo miró asombrado.

— ¿De qué estás hablando?

—De veneno, brujo. ¡Has envenenado a mi hermano!

— ¡No! ¡Nunca haría eso! ¿Me oyes? ¡Nunca!

—Reserva tus mentiras para tu amante, Choi SeungCheol —rugió HanSol.

Han se mordió el labio reprimiendo un grito de dolor. La fuerza con la que el normando aferraba su muñeca amenazaba con hacerle caer de rodillas y ni siquiera podía respirar normalmente, pues después de acabar de atender a Yuri, había vuelto corriendo al castillo empujado por un miedo que nunca había sentido estando despierto.

—He ido a tus aposentos y he comprobado el escondite secreto —continuó HanSol implacable—. La poción que guardaste allí ya no está.

—Me la llevé conmigo —se apresuró a explicarle Han—. Sabía que Yuri estaría débil y temía que la matrona le hubiera dado demasiada medicina para aliviar el dolor, ralentizando así el parto. La poción que preparé hubiera contrarrestado ese efecto.

HanSol miró los anhelantes ojos de Han y deseó aplastarlo con sus propias manos. Sólo la certeza de que JiSoo, si es que sobrevivía, nunca le perdonaría que hubiera matado a su esposo, refrenaba su furia.

—Mientes muy bien —lo acusó entre dientes.

—Te equivocas. Miento muy mal —replicó Han—. Pregúntale a quien quieras. Y ahora déjame entrar. Si JiSoo está enfermo, yo puedo ayudarle.

—No. No te acercarás a él mientras yo viva.

El joven reprimió el deseo de gritar; sabía que así no conseguiría nada, excepto liberar la rabia que HanSol contenía a duras penas. Intentando tranquilizarse, respiró hondo varias veces hasta estar convencido de que podría hablar de forma calmada a pesar de la salvaje urgencia que dominaba cada vez con más fuerza su mente.

—Por favor —susurró, sintiendo que su corazón iba a estallar de angustia—. Te lo suplico, déjame pasar. Sunho me ha dicho que llegasteis al castillo a todo galope.

— ¿Y qué más te ha contado? —inquirió él con brusquedad.

—Que JiSoo era incapaz de hablar y que JooHeon y tú tuvisteis que traerle a sus aposentos —continuó Han—. No sabe nada más, pero según un sirviente corre el rumor de que le golpeaste demasiado fuerte en el combate.

—Ten cuidado con lo que dices, maldito brujo.

 

 

Maldito.

 

 

Brujo.

Indómito《JiHan》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora