Han abandonó los aposentos de su padre tan rápido que su manto de lana se alzó y se arremolinó tras él. Tenía mucho que hacer antes de huir del castillo. Primero, debía preparar una gran cantidad de remedios medicinales para los vasallos que dependían de su ayuda, y luego, tendría que coger a hurtadillas la suficiente comida y mantas para pasar una quincena.
¿Y después qué?, se preguntó a sí mismo.
No había respuesta a excepción de la obvia: cualquier cosa era mejor que ser el arma esgrimida para destruir su amado castillo.
Las llamas de las velas se agitaron cuando Han pasó junto a ellas a toda velocidad, descendiendo la estrecha escalera de caracol a una velocidad temeraria. Tan pronto como llegó al gran salón, Lee lo vio y se acercó para interceptarlo a pesar de la evidente urgencia de su señor.
—My Lord...
—Ahora no —la interrumpió Han.
—Pero lord JiSoo desea...
—Más tarde. Ahora tengo que preparar algunas medicinas.
Sorprendida por la insólita actitud de Han, Lee se quedó, por una vez, sin habla, mientras observaba cómo se desvanecía rápidamente la silueta de su señor.
Como si temiera que la doncella fuera a perseguirlo, Han aceleró el paso. Una vez en el nivel inferior al gran salón, no encontró más que sirvientes en la planta baja, y redujo el ritmo a una velocidad más razonable. Aun así, su manto todavía ondeaba y se agitaba tras él.
Pequeñas y oscuras estancias, más similares a compartimientos de establo que a verdaderas habitaciones, se abrían a ambos lados del pasillo que el joven recorría apresuradamente. Olores de hortalizas apiladas, de toneles de cerveza, y de pescado salado y ahumado impregnaban la penumbra. También había anguilas en barriles y aves colgando de finas cuerdas. Pero por debajo del penetrante olor que desprendía la comida, podía percibirse el rico y variado aroma del herbario que había sido creado por lady Ji Na para secar plantas y preparar medicinas.
Los recuerdos que Han tenía de su madre eran vividos. En muchos de ellos se encontraba con Ji Na en el herbario o en el jardín, escuchado su melodiosa voz describiendo cada planta y sus propiedades para sanar o calmar los pequeños dolores y enfermedades de los vasallos.
El herbario, los jardines y el baño habían sido construidos siguiendo las instrucciones exactas de Ji Na, pues eran lugares importantes para los rituales y la sanación en las tradiciones Glendruid.
Junto a la entrada del herbario había dos mesas para prensar, picar y pulverizar hojas, tallos, flores, raíces y cortezas; todo ello se usaba para preparar las medicinas de Han. Pequeños arcones, ollas, cuencos, morteros, cuchillos y cucharas estaban cuidadosamente dispuestos al fondo de las mesas.
A lo largo de toda la estancia, sostenidos por piedra en lugar de madera, había un estante tras otro lleno de plantas secándose o guardadas fuera del alcance de la luz, o cuencos vacíos que esperaban ser llenados con el agua fresca del manantial que brotaba en el centro del patio del castillo, pues el agua era otro de los elementos esenciales en los rituales Glendruid.
Han respiró profundamente, dejando que las familiares mezclas de aromas la calmaran y le hicieran olvidar el cargado ambiente de la estancia del lord JeongSeo. Tras respirar varias veces más, sus manos dejaron de temblar y el hielo en su estómago empezó a fundirse. Al joven le encantaba la serenidad que desprendía aquel lugar, con su silenciosa promesa de aliviar dolores y sanar enfermos.
Pero nada en esta estancia puede evitar la guerra o el hambre, ni los derramamientos de sangre que vendrán.
Aquel triste pensamiento hizo que el hielo se condensara una vez más en el estómago de Han.
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Indómito《JiHan》
FanficEl peligroso y enigmático Hong JiSoo regresa a Inglaterra colmado de gloria y riquezas obtenidas en las Cruzadas, para reclamar su recompensa: su prometido sajón que le ha sido destinado por el rey. Sin embargo, el lord Yoon JeongHan, atrapado en un...