《Quiero probar tu sabor》

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Mientras JiHoon trabajaba en los últimos ajustes de la nueva túnica de Han con el ceño fruncido, las campanas de la iglesia repicaban avisando a los vasallos que cultivaban los campos que era la hora del almuerzo. Las voces cesaron en el patio del castillo y las sirvientas dejaron de hacer sus tareas unos segundos para poder disfrutar del agradable sonido.

Las campanas volvieron a sonar, recordando al joven el tenso momento que había tenido lugar hacía unos días, cuando su esposo y él habían caminado desde el castillo hasta la iglesia y esperaron envueltos en la niebla a que Lord JeongSeo  fuera enterrado.

La ceremonia fue breve.

 

 

No se guardará luto por él, había decretado JiSoo con voz serena. Lord JeongSeo no era tu padre.



Después de decir aquellas terribles palabras, el barón se alejó de la tumba para fundirse de nuevo en la niebla llevándose consigo a Han, al tiempo que las campanas seguían tañendo por el antiguo señor del castillo.

El joven no objetó la simplicidad de la ceremonia. De hecho sólo pudo sentir alivio en el entierro de JeongSeo. Parte de él esperaba que marcara el final de una época llena de sangrientas guerras y que diera paso a otra en la que imperase la paz.

Sin embargo, el miedo a que algo terrible ocurriese todavía estaba allí, en algún lugar de su mente. Había pasado ya una semana desde que su esposo se había librado por completo de los efectos del veneno y él seguía teniendo pesadillas. Se despertaba cubierto de un sudor helado, pero JiSoo ya no lo acunaba suavemente entre sus brazos para tranquilizarlo. Han había vuelto a sus habitaciones y no dormirían juntos hasta que él supiese con certeza que no estaba embarazado.

El barón no había vuelto a mencionar el tema del amor, paz e hijos, excepto en el momento en que le regaló a Han varios metros de seda. La prenda era tan verde como las montañas del palacio y parecía haber sido tejida exclusivamente para él; incluso podría rivalizar en belleza con la túnica de boda plateado, que tan cuidadosamente había guardado Gwyn en algún lugar que sólo ella conocía.

Al ver la alegría con la que su esposo recibía la tela, JiSoo sonrió; pero sus ojos siguieron conservando su frialdad cuando habló.

 

 

Piensa en lo que hablamos. Piensa en quererme, Han. Con tu amor, cualquier cosa es posible... Incluso la paz.




Él no había mencionado nada sobre tener hijos, sin embargo, la idea estaba allí: en sus penetrantes ojos, en el hambre de su voz, en la tensión que atravesaba su poderoso cuerpo...

Él ya sentía por el normando mucho más de lo que había imaginado sentir por ningún hombre, no obstante, sabía que JiSoo no lo quería y dudaba que llegara a hacerlo alguna vez. Tantos años de guerra, de soledad, y lo que le había ocurrido en Tierra Santa, se habían llevado consigo cualquier rastro de amor que hubiese podido existir en su alma, dejando a su paso sólo desolación. La ternura con la que la trataba, la dulce seducción a la que la estaba sometiendo, sólo era el fruto de un cálculo premeditado.

Han no podía culpar a JiSoo por algo sobre lo que no tenía control; sólo desearía que JiSoo no hubiera llegado hasta él con una herida que estaba fuera de sus capacidades de sanador.

Sintiendo que una ola de tristeza amenazaba con ahogarlo, el joven deslizó la mano suavemente por la maravillosa prenda de seda verde, haciendo que las joyas de su muñeca emitieran su melodiosa música.

Indómito《JiHan》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora