El olor a incienso y a perfume impregnaba el sacro silencio del edificio de madera. Los bancos resplandecían por la cera de abeja recién aplicada y una miríada de lenguas de luz se elevaba de las incontables velas. Lujosos broches, collares, diademas, ceñidores y anillos destellaban como distantes estrellas por toda la iglesia.
Jefes de clanes escoceses, nobles sajones, aristócratas normandos y caballeros de toda índole se mezclaban con recelo, lanzándose miradas de desconfianza.
Los gélidos ojos negros de JiSoo catalogaron a los allí reunidos. Tal como había esperado, había espadas en abundancia, visibles bajo los mantos. Algunas empuñaduras lucían gemas engarzadas, denotando así el propósito ceremonial, y no militar, del arma. Sin embargo, también había espadas de acero como la suya, cuyo destino era matar.
A pesar de que la iglesia estaba atestada, nadie se situó cerca de JiSoo; ni siquiera el joven de cabello rubio y ojos negros cuya vaporosa vestimenta escarlata y costosas joyas habían sido el centro de numerosas miradas.
Del barón normando irradiaba una actitud implacable y peligrosa, y sólo su hermano tuvo el valor suficiente para acercarse a él, conocedor de su tolerancia y paciencia.
—Todo está preparado, excepto el novio —murmuró HanSol a la espalda de JiSoo de forma que nadie pudiera escucharles.
El barón hizo un gesto de asentimiento.
— ¿Ha puesto alguna objeción el sacerdote?
—Protestó cuando coloqué a nuestros hombres en el coro. Pero yo le convencí de que no podía sentar a simples soldados con la nobleza.
El breve resumen de lo que, con toda seguridad, había supuesto una disputa acalorada, hizo que JiSoo sonriera.
—Los hombres de SeungCheol están armados hasta los dientes —siguió HanSol.
—Lo he visto.
— ¿No vas a hacer nada al respecto?
—Los reevers son tan sólo un puñado de rebeldes harapientos.
—No es bueno subestimarlos —replicó HanSol.
—Cuando SeungCheol aparezca, ponte a su espalda y no te separes de él —gruñó JiSoo.
— ¿Y qué pasa con lord JeongSeo? —Objetó su hermano mirando hacia el primer banco, donde se encontraba el señor del castillo envuelto en ostentosas ropas—. Un hombre con tanto odio es imprevisible.
—Desearía matarme, pero no tiene la fuerza suficiente —señaló JiSoo secamente—. SeungCheol sí la tiene. Y no hay que olvidar que estuvo prometido a Lord JeongHan.
Los oscuros ojos de HanSol se empequeñecieron cuando lanzó una maldición que hubiera ruborizado al sacerdote de haberla escuchado.
—Si sigues maldiciendo así, tendrás que cumplir una penitencia —se burló el barón con una leve sonrisa—. Pero estoy de acuerdo contigo en lo que respecta a un hombre como lord JeongSeo, capaz de casar a sus propios hijos entre sí.
—Quizás él no sea su hijo.
—Si es así, ¿por qué no lo ha expulsado del castillo y ha nombrado heredero a SeungCheol? —Adujo JiSoo—. Ningún hombre desea que sus tierras pasen a manos del esposo de un hijo y más si no es suyo...
Las palabras del normando se vieron interrumpidas por el gran revuelo que se formó cuando apareció el novio en la puerta de la iglesia. Bajo la tenue luz de las velas, Han parecía envuelto en una neblina plateada tan etérea como la luz de la luna. Justo entonces, apareció la silueta de un hombre de gran corpulencia tras la que parecía una frágil figura masculina, bloqueando la escasa luz que ofrecía el cielo plagado de nubes.
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Indómito《JiHan》
أدب الهواةEl peligroso y enigmático Hong JiSoo regresa a Inglaterra colmado de gloria y riquezas obtenidas en las Cruzadas, para reclamar su recompensa: su prometido sajón que le ha sido destinado por el rey. Sin embargo, el lord Yoon JeongHan, atrapado en un...