《¡Tú me darás hijos!》

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—Se ha ido —anunció HanSol con voz grave.

El barón alzó la vista de la sucia y estropeada lanza que acababa de encontrar en la armería.

— ¿Quién? —preguntó JiSoo con tono ausente.

—Lord JeongHan.

— ¡Maldita sea! —bramó antes de mirar al abatido senescal cuyo día, hasta entonces, no podía haber sido peor, debido a los hirientes comentarios de su nuevo señor sobre el deplorable estado de la fortaleza en general y de la armería en particular—. Asegúrate de que los sirvientes barren y friegan todos los suelos del castillo y de que después los cubran con hierbas aromáticas y juncos frescos, hasta que todo el lugar esté tan limpio como los aposentos de Lord JeongHan. ¿Lo has comprendido?

—Sí, milord.

— ¡Entonces, ponte en marcha!

El hombre obedeció, y el rápido sonido de sus pasos alejándose con presteza resonó en la sala de armas.

— ¿Cuándo ha ocurrido? —inquirió el barón, clavando una gélida mirada en su hermano.

—No lo sé.

— ¿Dónde está su doncella?

—Hablando con tus caballeros.

JiSoo entrecerró los ojos mientras tocaba con aire ausente la oxidada lanza.

— ¿Quién es la última persona que ha visto a Han?

—Sunho, el guardián de la torre que lleva al jardín. Lo dejó salir justo antes del amanecer.

El hecho de descubrir que su esposo tampoco había dormido bien fue un pequeño consuelo para JiSoo, que se había pasado la noche dando vueltas acuciado por el deseo insatisfecho.

— ¿Quién lo acompañaba? —quiso saber el barón.

—Nadie.

La pequeña sensación de consuelo se desvaneció.

— ¿Estaba solo? —se extrañó.

—Sí —respondió HanSol con voz grave.

— ¿Qué tiene que decir Sven a su favor?

«Tendréis que disculparme, milord, pero un hombre tiene que dormir de vez en cuando». —La imitación exacta de HanSol de la voz de Sven, arrancó una leve sonrisa a JiSoo—. Creyó que, precisamente esta mañana, él se quedaría en la cama hasta tarde. —Hizo una pausa—. Y Sunho, supuso que iría a ocuparse de sus jardines como habitualmente hace.

El barón gruñó.

—Envía a alguien allí para que la traiga de vuelta. Con todos esos rebeldes sajones sueltos, es peligroso que él esté solo en el exterior.

HanSol lanzó a su hermano una mirada de incredulidad.

— ¿Crees no lo he hecho ya? ¡Te digo que se ha ido!

— ¿Has preguntado a los siervos? Quizá alguien lo necesitó para curar alguna herida.

—No. Ninguno de los vasallos ha sabido de él desde que desapareció en la niebla esta mañana. Ni tampoco le han visto en la aldea.

JiSoo tiró la lanza a un rincón de la armería con una fuerza que arrastró pedazos de metal oxidado a su paso.

—Saca a los perros y dile a Sunho que abra los portones —ordenó cortante.

Antes de que el barón acabara de pronunciar su orden, los excitados ladridos y aullidos de los galgos dieron fé de que HanSol se había anticipado a los deseos de su hermano.

Indómito《JiHan》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora