《¡Maldito brujo!》

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A medida que pasaban los días, la promesa de Han de no desafiar a JiSoo se hacía más difícil de cumplir.

—Pero mi jardín... —protestó cuando vio que su esposo se dirigía a la puerta—. Debo...

—Gwyn se está ocupando de él —lo interrumpió, parándose un instante en el umbral—. Estaré de vuelta antes del mediodía.

Sin más, salió y cerró la puerta, dejándolo en medio de la oscuridad.

— ¿Cuándo me dejarás libre? —gritó al oír el sonido de sus pasos alejándose.

—Cuando no pueda haber duda de que no estás embarazado. Regresaré pronto, pequeño halcón. Mientras tanto recuerda la promesa que me hiciste.

Con un sonido de frustración, Han golpeó la puerta con su puño haciendo tintinear las joyas de sus muñecas.

—Recuerda tu promesa —repitió con indignación—. ¿Cómo puedo olvidarla? ¡Apenas he tenido otra cosa en qué pensar en los últimos tres días!

El barón Hong, dueño y señor de la fortaleza del castillo, era el único contacto que Han tenía con el exterior. Siguiendo sus órdenes, nadie se acercaba a sus aposentos para hablar con él a través de la puerta o llevarle comida o bebida.

JiSoo entraba sin avisar, le obsequiaba una flor fresca o un canto pulido del río para añadir a su colección, y se quedaba un rato para charlar sobre el rápido progreso de su halcón peregrino, la situación de los campos, la restauración de la armería o la situación de los jardines.

A la hora de las comidas, hacía que Han se sentara sobre su regazo y le daba de comer con una paciencia que nunca variaba aunque Han se burlase de la reclusión, y, cuando llegaba la noche, lo llevaba hasta la gran cama con dosel y lo abrazaba hasta que se quedaba dormido.

Pero era el momento del baño el que él joven más temía. El solo hecho de acordarse de JiSoo recostado contra la puerta, observándolo con sus brillantes ojos negros mientras él se lavaba, lo hacía estremecer. Sin embargo, a pesar de toda la intimidad que habían compartido, de todos los bellos momentos vividos, su esposo seguía manteniendo un férreo autocontrol, tocándolo únicamente para alimentarlo y darle calor en el frío de la noche.

Por primera vez en su vida, Han deseó poder dominar el arte de la seducción. Entonces podría lograr que JiSoo ardiera de pasión, lo haría suyo por fin y descubriría que todas sus sospechas sobre SeungCheol eran infundadas.

 

 

Si pudiera seducirlo...

Era plenamente consciente de que su forzada reclusión debía acabar, pues acrecentaba el odio de los habitantes del castillo hacia su nuevo señor. Cuando Sunho había hablado con él la mañana después de la boda, lo había hecho en nombre de todos los vasallos.

 

 

No permitiremos que vuestro esposo os haga daño. Podría sucederle un accidente mortal cuando salga a cazar.


El temor lo invadía al recordar las palabras de Sunho. Si algo así llegara a pasar sería una catástrofe para el castillo... y para él mismo. La venganza de HanSol contra las gentes de la fortaleza sería rápida y despiadada. Y en cuanto a Han... No podía soportar siquiera la idea de que algo malo pudiera ocurrirle a JiSoo.

Las joyas tintineaban en sus tobillos mientras recorría sus dependencias de un lado a otro, inquieto por el futuro. Finalmente lo distrajo el sonido de voces masculinas provenientes del patio de armas y el estruendo producido por el entrechocar de espadas contra escudos.

Indómito《JiHan》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora