Parte sin título 18

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—Tendrás fiebre —comentó ______ sentándose con los documentos en el regazo.

—Probablemente.

—¿Te has tomado algo?

—No tengo ningún medicamento. Es la primera vez que me pongo enfermo en mucho tiempo. En realidad, no recuerdo haber estado enfermo desde pequeño —contestó Lay—. ¿Te importaría sentarte un poco más cerca? Me duele mucho la garganta y no quiero gritar.

______ sintió unas irreprimibles ganas de reírse.

Pobre Lay.

Estaba que no se soportaba a sí mismo y lo único que le ocurría era que tenía un vulgar resfriado.

¡Claro, normalmente, ni los virus se atrevían a acercarse a él!

______ tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas ante aquel pensamiento.

—¿Te importaría acercarte a la tienda de la esquina a comprarme algo? —le pidió Lay en aquel momento.

—Claro que no —contestó ______—. ¿Prefieres pastillas o jarabe?

—Da igual, lo más fuerte que haya, porque mañana por la tarde tengo que estar en pie. Tengo una reunión muy importante.

Al volver, diez minutos después, ______ lo encontró exactamente en el mismo lugar en el que lo había dejado.

—¿Y no sería mejor que te metieras en la cama y durmieras un rato? —le dijo sacando las medicinas del bolso—. Tienes cara de sueño. Yo creo que tu cuerpo te está diciendo que necesita descansar.

—Tengo que terminar un informe y mi cuerpo descansará cuando a mí me dé la gana. ¿Qué me has traído? Dámelo.

—Como sigas así, de mayor vas a ser un viejo cascarrabias insoportable —contestó ______ yendo hacia él y entregándole el jarabe.

—El hecho de que nuestras madres sean amigas no te da derecho a decirme lo que tengo que hacer —le advirtió Lay.

Sin embargo, se notaba que estaba débil y su tono de voz no era tan amenazador como le hubiera gustado.

Al tenerlo cerca, ______ alargó el brazo y le tocó la frente.

—Madre mía, Lay, tienes bastante fiebre —le dijo—. Tienes que tomarte un tapón de jarabe.

—La verdad es que hubiera preferido las pastillas.

—Pues haberlo dicho antes porque no pienso volver a la tienda —contestó ______ poniéndole un tapón entero de jarabe y mirando cómo se lo tomaba.

—Ya está —anunció Lay haciendo una mueca de disgusto—. ¿Contenta?

—Te recuerdo que eres tú quien está enfermo. Insisto en que deberías meterte en la cama y descansar. Lo único que vas a conseguir si no lo haces es empeorar —insistió ______ cruzándose de brazos—. ¡Muy bien, si te empeñas en comportarte como un niño pequeño, así es exactamente cómo te voy a tratar!

Fue todo un poema la cara de estupefacción con la que Lay la miró.
Obviamente, no estaba acostumbrado a que una mujer le dijera lo que tenía que hacer y, menos, a que lo acusara de comportarse como niño.

—Te advierto que, cuanto más trabajo hagas hoy, menos fuerzas te van a quedar para levantarte bien mañana. Lo que me sorprende es que tu cuerpo haya aguantado tanto con el ritmo que llevas.

—¿No te has planteado nunca trabajar como patrona o funcionaria de prisiones? —bromeó Lay.

Curiosamente no le había molestado que ______ le dijera lo que tenía que hacer, pero lo había sorprendido.

En brazos de un italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora