Parte 25

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—Claro que es importante. No quiero que pienses que no soy una profesional.
—No te preocupes, no le voy a ir a contar nada a tu jefe. Vas a salir de mi empresa con tu artículo perfectamente acabado y tu reputación intacta.
En aquel momento, llegó Annie con el primer plato y, mientras les decía lo contenta que estaba de que alguien fuera por la casa, ________ recapacitó lo miserable que le hacía sentir el no poder hablar de nada personal con Lay.
Las cosas habían cambiado entre ellos y se sentía culpable.
La sopa que le habían servido tenía un aspecto estupendo y olía de maravilla, pero a ________ se le había quitado el hambre.
—Cómetela —le ordenó Lay una vez a solas—. No pienso permitir que mandes comida de vuelta a la cocina.
—¡Deja de darme órdenes!
—¡Entonces, empieza a comportarte como una adulta!
________ lo miró iracunda.
—¿Comportarme como una adulta quiere decir que tengo que hacer lo que tú quieras?
—Tradúcelo como quieras —contestó Lay comenzando a comer.
—Así que te importa un bledo lo que yo piense, ¿eh?
Lay no contestó y su silencio no hizo sino que ________ se enfadara todavía más.
Ahora comprendía todo.
La había elegido, pero ella no había jugado a su juego como él quería que jugara, así que se deshacía de ella. ________ comenzó a dar buena cuenta de su plato de sopa.
Era mucho más fácil estar enfado con él que consigo misma.
—En cuanto lea tu artículo, te avisaré —anunció Lay terminándose la sopa—. ¿Te ha gustado?
—Sí, muy buena —contestó ________ encantada de que la conversación no tocara temas personales.
¿Encantada de verdad? No, claro que no. ¿A quien pretendía engañar? Lo cierto era que hubiera preferido poder conversar con él amigablemente, pero ahora tenía la sensación de que, de un momento a otro, Lay miraría disimuladamente el reloj para ver cuánto tiempo le quedaba por aguantarla.
No era que ella hubiera preferido que intentara seducirla para pasar la noche juntos.
¡No, claro que no!
—Es increíble lo que cocinan hoy en día para llevar —comentó Lay sin mucho interés.
—Sí.
—Supongo que tú, viviendo sola, comprarás comida cocinada muchas veces.
—Supongo que tú también —contestó ________.
—Yo casi nunca como solo.
—No, claro, se me había olvidado que tú no estás encadenado a ningún maldito principio.
—Veo que ese comentario te ha dolido, ¿eh? ¿Tal vez porque se aproxima peligrosamente a la verdad?
—Por supuesto que tengo principios. Tengo mi propio código de cosas buenas y cosas malas...
—Y cuando una emoción genuina aparece de repente y esa lista de códigos salta por los aires, no lo puedes soportar. ¡Y te atreves a decir que no estás encadenada a tus principios! ¡Qué hipócrita! ¿No te das cuenta que incluso a tu madre le gusta ver que te diviertes? ¡A mí me parece que prefiere esto a imaginarte sola en Londres pasando los sábados viendo la tele mientras esperas a que el señor Permanente aparezca en tu vida y te pida que te cases con él!
________ palideció y se preguntó qué sería lo que sentía su madre.
¿Sería cierto que Grace creía que su hija no hacía sino trabajar y ver la tele mientras esperaba a un hombre con el que casarse?
—¡Está encantada porque se cree que nos vamos a casar, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta el maravilloso teatro que has montado!
—No me vengas con esas.

A continuación, transcurrieron diez minutos de absoluto silencio mientras Annie retiraba los platos de la sopa y servía el pescado.
Mientras lo hacía, ________ se preguntó por qué las acusación de Lay la había enfurecido tanto y, para cuando Annie se hubo retirado, había conseguido recuperar la compostura y sonreír.
—Me parece maravilloso lo que has hecho con Bob —comentó intentando encontrar un tema de conversación neutral—. ¿Te importaría que lo mencionara en el artículo?
—Si quieres.
Silencio.
—El pescado está delicioso. Creo que lo ha preparado Maggie. La verdad es que siempre ha cocinado de maravilla.
Más silencio.
—¿Te vas a pasar toda la cena sin abrir la boca? Un comportamiento muy infantil por tu parte, ¿no te parece? ¿Infantil?
Aquello hizo que Lay estuviera a punto de atragantarse con la comida.
Jamás nadie se había atrevido a tildarlo de infantil.
—¡Eres la mujer más complicada e impredecible que he conocido en la vida! —exclamó mirándola a los ojos.
—Me lo tomaré como un cumplido —contestó ________—. Es mucho mejor que adjetivos como aburrida, torpe y orgullosa.
—Yo nunca he utilizado esos adjetivos para describirte.
—Abiertamente no, pero veladamente sí —contestó ________ probando el pescado —. Por si no te acuerdas, no hace mucho me diste a entender que me tenías por una tonta de campo que necesitaba que me protegieran en la gran ciudad.
—Adrian te hubiera comido viva.
—¿Y tú no?
________ se dio cuenta de que sabía perfectamente que la respuesta era que Lay también lo habría hecho, pero la diferencia habría sido que ella hubiera disfrutado del momento.
La desesperación que la llevaba a huir de él no era ni más ni menos que miedo.
¿Qué tipo de vida le esperaba si dejaba que el miedo dirigiera sus decisiones emocionales?
—¿Y bien?
—¿Y bien? —repitió Lay apartando el plato enfadado.
________ lo miró con las cejas enarcadas. —¿No habías dicho que había que terminarse toda la comida?
Lay se cruzó de brazos y, si no hubiera sido porque tenía las mandíbulas firmemente apretadas, podría haber fingido que tenía todo bajo control.
¿Tendría celos? La sola posibilidad hizo que ________ se encontrara en la gloria.
—La verdad es que Adrian es muy guapo... —contestó ________ de manera soñadora.
—Lo que no hace sino demostrar que no tienes ni idea de juzgar al sexo opuesto —apuntó Lay—. Cualquier mujer con un poco de experiencia se daría cuenta de que Adrian Walsh es un ligón sin escrúpulos.
—¿Y tú no? —contestó ________ encantada al verlo enrojecer.
—Yo soy sincero con las mujeres —contestó Lay—. Cuando estoy con una mujer, lo doy todo o eso me gusta pensar. Tú sabrás si no estás de acuerdo... —añadió haciéndola enrojecer a ella—. Vaya, parece que te has quedado sin palabras.
—¿Acaso me estás diciendo que me incluyes en tu lista de amantes?
—Exactamente. Ya sé qué estás como loca por alejarte de esta situación, pero lo que no puedes hacer es borrar lo que ha ocurrido entre nosotros —comentó Lay sintiendo que su miembro comenzaba a excitarse al recordar cómo habían hecho el amor.
________ tomó aire y lo miró a los ojos.
—La verdad es que, como amante, eres muy bueno —se atrevió a decirle—, pero, claro, tal y como tú tan bien sabes, yo no tengo mucha experiencia, así que no soy de fiar... —le espetó.
En aquel momento, Annie les sirvió el postre, un delicioso bizcocho borracho, con el que ________ se limitó a juguetear.
—Pruébalo —dijo Lay alargando el brazo con la cuchara llena hacia ella.
________ se quedó inmóvil un segundo y se inclinó hacia la cuchara.
¿Qué tenía de malo disfrutar del momento? ¿A quién quería engañar? Era obvio que lo deseaba y tenía dos opciones: dejar que Lay creyera que era una estrecha atada a sus rígidos principios o disfrutar de su compañía y desaparecer cuando tuviera la sospecha de que estaba empezando a aburrirlo, que podía ser una semana, un mes, seis meses, no mucho más.
________ abrió los ojos y se encontró con que tenía a Lay a pocos milímetros de ella, mirándola a los ojos.
Sin pensarlo dos veces, le pasó la mano por la nuca y lo besó.
—¿Te importaría decirme qué demonios está pasando aquí? —preguntó Lay tras devolverle el beso.
—Estoy harta de luchar.
—No me había dado cuenta de que estuviéramos luchando.
—No contigo, pero sí conmigo. Admito que es lo que llevo haciendo desde que... desde que... hicimos el amor. Desde luego, no eres el hombre que una mujer elegiría libremente para entablar una relación, pero me he dado cuenta de que... bueno, ya sabes...
—No, yo no sé nada, me lo vas a tener que decir —contestó Lay disfrutando de aquel momento.
________ tomó aire.
—Te deseo —confesó—. Es una locura, pero es la verdad.
—A mí no me parece que sea ninguna locura —contestó Lay besándola lentamente—. ¿Qué te parece si nos tomamos el café en un sitio más íntimo?
________ asintió.
—¿No deberíamos darles las gracias por la maravillosa cena?
—Seguro que entenderán perfectamente que desaparezcamos sin hacerlo —murmuró Lay acercándose a la puerta y esperándola.
El servicio de café quedó olvidado sobre la mesa, señal inequívoca de que no querían que los molestaran.

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Falta solo uno y se termina esta hermosa historia!!! 😍😍

Desde ya muchas gracias por acompañarme en cada actualizaciones. ... !! Esto es por ustedes y para ustedes!!! 😘

En brazos de un italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora