Parte sin título 10

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  Habiendo aceptado el reto de salir a cenar con Lay y sus amigos, _______ se vio obligada al día siguiente a aprovechar la hora de comer para hacer algo que normalmente nunca hacía.

Ir de compras.

Al haber sido educada por una madre que le había repetido una y otra vez que el atuendo no hacía al monje, ________ se había pasado la vida, sobre todo durante la adolescencia, acompañando a sus amigas a probarse ropa y negándose a seguir el mismo camino.

Lo cierto era que sinceramente creía que no había que dejarse una fortuna en ropa, sino buscar la comodidad, y lo más ridículo del mundo le parecía seguir la moda y comprar cosas que pronto no tenían ninguna utilidad.

La mayoría de mujeres lo hacía para llamar la atención, y a ella llamar la atención le daba exactamente igual.

Nunca había tenido problema para hacer amigos y tener novios siendo como era, así que estaba muy orgullosa.

Sin embargo, cuando recordaba las palabras de Lay diciéndole que no tenía vida social y su mirada, sus ojos diciéndole que no la consideraba una mujer, se sentía herida.

«Un motivo ridículo para haber ido de compras», pensó mirando lo que se había comprado impulsivamente hacía cinco horas.

El color turquesa era un color muy atrevido, sobre todo teniendo en cuenta que estaban en pleno invierno, pero _______ se había dejado asesorar por la dependienta que le había dicho una y otra vez que era «muy vibrante».

Aquella descripción le había atraído porque jamás se habría descrito a sí misma con ese vocablo y, sin embargo, era lo que exactamente quería que Lay pensara de ella.

A juego con el vestido se había comprado unas sandalias de tacón alto y, mientras miraba el conjunto, se dijo que era completamente absurdo querer borrar la estúpida sonrisa de la cara de Lay.

¿Y que más daba que se pasara todo el día sonriendo así, como si fuera imbécil?

Antes de irse de la oficina, Lay le había dado instrucciones precisas para llegar al restaurante, como si dudara de que fuera lo suficientemente inteligente como para darle la dirección al taxista, y le había indicado que, si quería, podía ir acompañada.

Obviamente, _______ se había dado cuenta de que lo había dicho con ironía.

________ decidió que se iba a poner su vestido turquesa y se repitió una y otra vez para convencerse de que se iba a sentir muy cómoda.

Hora y media más tarde se miró al espejo y se sintió morir.

Ya no era ______ Levine, la chica de la ropa cómoda y grande que nunca se maquillaba y que no tenía nada que esconder, sino otra mujer, una mujer cuya melena castaña y lisa caía de manera calculada por su espalda, cuyos ojos azules bien maquillados ahora resaltaban en su rostro, cuyo cuerpo resultaba escultural enfundado en un vestido que le quedaba como un guante y cuyas piernas parecían imposiblemente largas sobre unas sandalias de tacón alto.

Ya no era ______ Levine, la chica de la ropa cómoda y grande que nunca se maquillaba y que no tenía nada que esconder, sino otra mujer, una mujer cuya melena castaña y lisa caía de manera calculada por su espalda, cuyos ojos azules bien maquillado...

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En brazos de un italianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora