ᴛʀᴇᴄᴇ

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El ambiente del hospital era sofocante para Eal. No lo podía soportar. Hacia demasiado calor, y las enfermeras y pacientes iban y venían de un lugar a otro, cruzándose en la sala de espera, que es donde Eal se encontraba. No podía parar de colocarse su pelo castaño ligeramente rizado. Sus ojos  estaban atentos a cualquier movimiento que se producía, lo que no era bueno porque llegó un momento en el que no podía casi respirar. Sin embargo, su madre logró calmarle.

—Mamá, ¿estás segura de que no es grave?— Eal fijó sus ojos negros como el abismo más oscuro en su madre, la única persona que no le ponía nervioso en estos momentos. Su mano fue directamente a su pelo, el cual se acomodó de nuevo.

—Tranquilo cariño, a lo mejor no es nada— Si que lo era y ella lo sabía. Esas manchas serían la razón por la que su hijo vendría llorando a casa, intentando disimularlo, unos meses después. Sin embargo, ella esperaba que no fuera así. —Respira hondo, y deja de mirar a todos lados como si te fueras a morir y fueran tus últimos momentos. —Eal sonrió levemente y sacudió la cabeza, dándole la razón a su madre.

Quizás era solo una imaginación, quizás se iría si se duchaba. Quizás todo quedaría como un recuerdo en un tiempo. Quizás. Pero, como todo "quizás", hay un lado pesimista. Quizás le cambiaría la vida y quizás le haría todo más difícil.

Vi-tí-li-go {Enfermos I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora