ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ᴛʀᴇs

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Las vacaciones de Navidad pasaron, y Eal no sentía mucha confianza hacia Iván. No le gustaba que le hicieran sufrir, ni mucho menos que la persona que le hacía daño lo hiciera a propósito. Puede que este no fuera el caso de Iván, pero no por ello le iba a perdonar por dejarle solo.

Puede que muchas personas estando en la situación de Eal pensaran que no es para tanto, pero Eal y la soledad nunca se habían llevado bien, él solo servía para sacar a las personas de su soledad, y acompañarlas hasta que encontraran a alguien que les librara de ella permanentemente. Por supuesto, Eal no había encontrado a ese alguien, aunque tampoco lo había necesitado hasta hace poco tiempo. Ahora él admitía que le hacía falta un alma que le acompañara, ya que Lisa estaba ahí, pero no del todo. No conseguía librarle del sentimiento de soledad completamente.

El día en el que volvieron a clases, el 8 de enero, llovía. Eso a Eal le encantaba, pero justo ahora podía relacionar esa lluvia torrencial como la que estaba cayendo en Madrid con sus sentimientos.

Esa mañana salió el sol un rato, justo después de que Iván sonriera de pasada y muy discretamente a Eal, pero luego volvió a llover cuando se alejó al salir de clases.

Volviendo a su casa pensó en aquel diente de león, posiblemente ya seco, que él le dio. También, mientras esquivaba las grietas y líneas del suelo con total naturalidad, argumentó:

Si a Eal le dieran un diente de león por cada vez que suspiraba al mirar hacia cierta casa de su vecino, tendría un jardín de dientes de león. Y si la persona en cuestión por la que suspiraba se los diera, sería feliz.

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Lo sé, lo sé, soy un desastre. Siento no haber publicado en... Demasiado tiempo, pero ya he vuelto y no tengo pensado volverme a ir.

Espero que hayáis disfrutado del capítulo <3

Un beso,
Navy.

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2018 ⏰

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Vi-tí-li-go {Enfermos I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora