ᴛʀᴇɪɴᴛᴀ

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—¡Venga ya! No me puedo creer que no te guste ir al parque de atracciones— Iván negó con la cabeza mientras decía esto, mirando a su vez a Eal con desaprobación.

—Oye, no es mi culpa que no me divierta allí. —Eal se encogió de hombros y levantó una caja llena de objetos pesados para llevarla a la cama. Esa era la última caja de todas, la verdad es que Iván le ayudó mucho a terminar antes. El moreno se sentó en la cama y suspiró.

—Cuidado, se te va a caer... —Eal hizo una mueca de dolor cuando la caja que llevaba se le escurrió de las manos. —... La caja. ¿Estás bien?

—Totalmente. —Eal caminó hacia la cama y se sentó en el sitio de Iván, que ya no estaba ahí sino levantando la caja. Eal pudo ver sus músculos de los brazos ya que llevaba manga corta, pero apartó la mirada en seguida.

—¿Que llevas aquí? — Iván depositó la caja en un lado de la cama y se sentó al lado de Eal.

—Creo que libros, no estoy seguro— Iván observó lo que había dentro de esta, y, efectivamente, había libros.

—Tienes demasiados. —Iván se puso a ojearlos.

—¿A caso existe eso de demasiados libros para un lector? —Cuando dijo demasiados libros hizo unas comillas con sus manos, las cuales, para cuando terminó el otoño ya tenía algunas manchas.

—Aparentemente no. —Iván rió cuando vio aquel montón de libros, pero no hizo más comentarios.

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Resultó que Eal tenía varios huesos del pie derecho rotos. Con razón le dolía tanto. Fue con su madre al médico y este le dijo que tendría que llevar escayola por al menos dos semanas. Esto no le hizo gracia, pero tampoco se podía negar a ello.

Iván no le dio tanta importancia cuando ocurrió, ni Eal a la tristeza que seguía creciendo en sus ojos y en su mente cuando el castaño miraba al moreno.







Vi-tí-li-go {Enfermos I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora