7. Tu noche y la mía

98 11 6
                                    


"...Quiero que sea esta noche

Tu noche y la mía.

Quiero que sea un recuerdo que no olvidaré.

Y mientras pasen los días teñidos de azul

y queme mi cara el viento del sur

siempre será aquella noche tu noche y la mía..."


Pasaron las fiestas y el invierno fue bostezando poco poco a través de los meses hasta hacer presagiar la promesa de la primavera. Anna y Daniel seguían en su rutina de siempre. Del comedor a la casa y viceversa, con breves salidas al cine o a comer con Amelia siempre o algún compañero del comedor.

Todo seguía como siempre. Daniel estudiaba frenéticamente a cada momento que tenía libre, quitándole tiempo al sueño. Deseaba aquella plaza, la necesitaba si quería recuperar a sus hijas, Anna tenía razón cuando discutieron. Tenía que tener algo para ofrecerles más que un pequeño archivo con un saco de dormir en un comedor social.

Aquella tarde tras el trabajo, regresó al que ahora era su hogar, para ayudar a preparar las cenas. La mayoría de las noches, lo despachaban antes de tiempo para que tuviese más tiempo para estudiar. Estaba preparando el gorro de redecilla para ponérselo cuando la voz sorprendida de Anna sonó a sus espaldas.

-¡Te has cortado el pelo! –Daniel se volvió con el gorro en las manos y le sonrió con timidez, pasándose una mano por la cabeza, donde sus rizos, cortos ahora, pero espesos y negros como siempre, se revolvían rebeldes. Tenía frío en la nuca.

-Sí. –respondió con timidez. –Se acerca la primavera y va haciendo calor. Cuando venía hacia aquí, desde el trabajo, he pasado por la puerta de una barbería y no lo he pensado. –se volvió a pasar la mano por el pelo y se puso el gorro y el delantal, agarrando el cuchillo y un montón de zanahorias para pelar y picar.

-Me gustaban tus rizos. –reconoció también tímidamente Anna. Él se volvió a mirarla, sorprendido. Era la primera vez que admitía haberse fijado en él desde que la conocía. Ella se sonrojó vivamente. –Quiero decir, que te quedaban bien, aunque así también estás muy bien... eh... Bueno, te dejo, voy a ver una cosa con Marta.

La vio alejarse, sonriendo para sus adentros. Movió la cabeza y se concentró en picar la verdura.

Marta, desde la puerta de la oficina, había observado divertida la escena.

-Está muy guapo con el pelo corto... –le dijo a Anna mirándola por el rabillo del ojo.

-¡Para ya! –la interrumpió Anna, hosca. –A ver qué pasa de una puñetera vez con el banco y el alquiler...

Marta cerró la puerta de su despacho y ambas se sentaron en el sofá. La formalidad del escritorio era para las visitas y el ordenador, lo usaba casi exclusivamente Daniel, que les ayudaba con la contabilidad y lo usaba para sus propios estudios.

-A pesar de que Daniel, ¡bendito sea!, ha presionado todo lo que ha podido. –miró a Anna por encima de sus gafas. –Menos mal que le quitaste de la cabeza la idea de llamar a la prensa o esto sería un hervidero de periodistas a la caza de la última noticia sensacionalista... -carraspeó. –Como te decía. A pesar de sus esfuerzos, el banco no cede. Vamos a tener que pagar el alquiler que nos piden o buscar otro local.

-Yo lo pagaré. –replicó Anna sin dudar. Marta meneó la cabeza

-No puedo permitirlo Anna. Ya has hecho demasiado por nosotros. Pablo y tú habéis hecho ya demasiado por nosotros. No puedes cargar con ese gasto en tu bolsillo.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora