18. El aire sabe a veneno

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"Voy a quemar para siempre en la hoguera del tiempo

Lo que tú y yo pasamos y el mal que te he hecho.

Voy a tirar sus cenizas y espero que un día

demos una oportunidad a tu vida y la mía.

Sin duda, el destino ha querido ponernos a prueba.

Puede que un día la vida nos dé una respuesta.

El aire sabe a veneno

Si no son tus labios

Los que besan los míos.

Te quiero a mi lado..."


El hostal no estaba mal del todo, aunque a Daniel le daba lo mismo. Sentado en la cama, cavilaba sobre la situación actual y todo lo que le había llevado a ella y volvió a sentirse un miserable. Durmió en un sueño intranquilo un par de horas, antes de que lo despertase el sonido del móvil. Era una llamada del hospital informándole que Anna ya había sido operada, que todo había ido bien y que había sido trasladada a planta. Llamó a Amelia, quien también había sido informada y juntos fueron a la casa de Anna a recoger la mochila con la ropa, los libros y el portátil de Daniel. Ni siquiera volvió al hostal, sino que siguió con Amelia en su coche, en el asiento del copiloto, camino al hospital.

Afortunadamente Anna estaba en una habitación individual. Daniel no sabía si en el estado de ánimo que estaba, hubiera podido soportar el tener que compartir espacio vital con desconocidos. Ya que lo usual en un hospital público como aquel, era compartir habitación con varios enfermos más. Pero el hospital estaba recién construido y tenía algunas habitaciones individuales como aquella. Amelia se acercó primero a besar el rostro pálido de su hija. Anna tenía un enorme moratón en el lado izquierdo de la cara y la cabeza bastante inflamada, un enorme chichón le atravesaba media frente. Pero lo que más le dolía era ver su pierna escayolada desde la rodilla hasta el pie, puesta encima de una férula metálica, en la cama ortopédica de hospital.

Cuando llegó su momento, vio por el rabillo del ojo como Amelia se sentaba en una silla con los ojos arrasados en lágrimas. Se acercó a Anna muy lentamente y le acarició el rostro como si fuera porcelana que se pudiera romper, con mucho cuidado de no tocar la zona herida. Depositó un leve beso en sus labios blancos. Parecía una bella durmiente en su cama, con el cabello suelto en torno a ella y la bata blanca del hospital. Con infinita delicadeza alzó una de sus manos, la que no tenía la vía del suero y le colocó la pulsera que con tanto mimo le había hecho. Para dejarla reposar después sobre su pecho.

En ese momento entró una enfermera para informarles del estado de Anna.

-Disculpen. –comenzó la mujer con tacto. –La paciente está bien. Estamos pendientes de su reacción al despertar de la anestesia. La conmoción no reviste mayor gravedad, el TAC no ha detectado ninguna lesión, solo la tumefacción normal debida al golpe en la cabeza. Debería estar en la sala de reanimación, pero está atestada, así que la hemos pasado directamente a planta. Pero no se preocupen, estará atendida las veinticuatro horas del día. –los miró alternativamente a uno y otra. –solamente se puede quedar un familiar con ella. Lo siento.

-Yo me quedo. –dijo inmediatamente Daniel. Se giró hacia Amelia. –No te preocupes, te llamaré cuando despierte. Estás agotada y debes dormir. No te preocupes, cuidaré de ella como de mi vida.

La enfermera se sintió conmovida por las palabras de Daniel. Pensó que aquel hombre debía querer mucho a su novia y así era. Amelia también se sintió mejor al hacerse Daniel cargo de la situación. Era cierto que estaba agotada, destrozada por el cóctel de emociones vividas desde que la llamaran del hospital unas horas antes. Se levantó de la silla y puso una mano en el hombro de Daniel, mirándolo intensamente. –Prométeme que me llamarás...

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora