25. Hay besos

63 7 7
                                    


"Todo lo que espero de tu vida

es que me la regales por completo

que trepes de mis pies a mi cabeza

y que me quieras al revés

Cuentame verdades como puños

no me mientas para bien o para mal

que me ruja aquí el océano en el pecho

al averiguar si vienes o te vas

al averiguar si vienes o te vas

Hay besos que se dan tan por costumbre

que al final ya no se sabe

si son costumbre o son besos

pero los que tú me das son besos y solo besos

porque aunque tú no lo sepas

te los robo cuando quiero

te los robo cuando quiero..."


Anna iba conduciendo su flamante coche nuevo camino a su primer día de trabajo tras tanto tiempo. Se sentía radiante de felicidad. Cuando llegó y fue al vestuario para ponerse su uniforme, todos sus compañeros la recibieron con besos y abrazos cariñosos. Muchos de ellos habían ido a verla durante su convalecencia en el hospital e incluso a su casa.

La habían asignado al doctor Cifuentes, a quien conocía desde hacía muchísimos años, así que al entrar en el cubículo, la recibió con dos calurosos besos en las mejillas. El primer paciente fue un niño con un dedo roto. Anna tranquilizó serenamente a la preocupada madre e inmovilizó diestramente la falange rota de la mano del niño con una pequeña férula de metal. Antes de que se marchara, le dio al pequeño una piruleta y un beso, secando sus lágrimas con un pañuelo, lo que hizo que madre e hijo se marchasen con una amplia sonrisa. El hospital infantil estaba en un pueblo del cinturón, bastante alejado, así que mucha gente del barrio acudía allí con sus hijos, sabiendo que nadie protestaría por atenderlos.

El segundo caso fue bastante más serio. Un joven con una intoxicación por consumo de Cannabis. Lo acompañaba un amigo muy asustado, al que, entre incoherencias, pudieron sacarle que habían hecho un pastel de "María" y que habían comido de más. Además lo habían mezclado con varios "porros", sobre todo el chaval que estaba casi inconsciente en la camilla.

El doctor Cifuentes lo exploró, comprobando pulso, dilatación de pupilas y ritmo cardíaco y le ordenó a Anna que le administrase dos pastillas de carbón activado para neutralizar el efecto de la droga en el estómago, así como que le pusiese una vía con suero y glucagón, pues tras hacerle la prueba de glucosa, ésta estaba por los suelos. Ordenó también analíticas de sangre y orina antes de que se le llevase a observación, para ver como evolucionaba, mientras exploraba también al amigo, quien simplemente resultó estar "colocado" y lo enviaba de vuelta a la sala de espera, para que se le pasasen los efectos de la droga consumida. Anna llamó a un celador y le transmitió las órdenes del médico. Cuando el hombre se llevó la camilla, el médico comenzó a mover la cabeza con tristeza mientras se apoyaba contra su mesa.

-Nunca entenderé a la juventud. –comenzó en voz baja. –Tienen toda la información y formación a su alcance y siempre caen. No entiendo ese afán por experimentarlo todo. –miró a Anna. –Estoy de acuerdo con los usos medicinales y paliativos de la "Marihuana". Deberían facilitársela a todas las personas con dolor crónico y a los enfermos terminales. Pero personas sanas... -volvió a sacudir la cabeza. –Definitivamente no, porque luego pasan cosas como esta. –Anna se limitó a asentir con la cabeza. Estaba totalmente de acuerdo.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora