17. Si es por tí.

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"Esta vez la vida te rompió la boca,

Esta vez la suerte se te hundió en el mar,

ésta vez vi tu sangre y también era roja,

y como siempre, escandalosa hasta el final.

Yo no sé si un día ésta herida cure,

pero estoy seguro de que hoy no será.

Puede que mi corazón así madure,

imaginando que le quede un poco más..."


Daniel abrió la puerta de la casa de Anna sintiéndose inseguro con respecto a lo que le iba a decir. Había vuelto del aeropuerto, de vuelta de las islas, incapaz de irse con Sara y ver a sus hijas, tal y como le había explicado, no tenía nada para darles. No podía ver a sus pequeñas hasta que hubiera recuperado por completo su vida, hasta que no pudiera darles todo lo que ellas merecían. Y por ahora, eso no podía hacerlo.

Entró en la casa silenciosa. Demasiado silenciosa, a aquella hora sabía que Anna debía estar en casa, preparando la cena. Fue derecho al dormitorio de invitados, donde dejó su maleta, frunciendo el ceño ante la soledad de la casa. Ni siquiera había salido Deanna, la perrita de Anna a recibirlo, lo cual le extrañó. Al entrar en la cocina, la encontró fría y vacía en su prístina limpieza de lugar que llevaba tiempo sin usarse. Entonces se encendieron todas sus alarmas. ¿Por qué Anna no estaba en casa? ¿Qué había pasado? Su voz interior le advertía, que nada bueno...

Se dirigió al salón y levantó el auricular del teléfono para llamar a Amelia, la madre de Anna. Ella debía saber con seguridad donde se encontraba su hija. Pero el aparato no dio tono, así que tomó su móvil.

-Dígame. –sonó una voz grave y elegante al otro lado del aparato. -¿Hola?

-insistió al no encontrar respuesta.

-Hola Amelia.-respondió Daniel con el corazón en la garganta. –He vuelto del aeropuerto y Anna no está en casa. ¿Sabes dónde se encuentra, por casualidad?

Un incómodo silencio se hizo al otro lado del teléfono. Daniel sintió como sus latidos se aceleraban y el estómago empezaba a revolvérsele. -¿Qué ha pasado, Amelia?

-Estoy en el hospital, Daniel. –informó la dama. –Anna ha sufrido un accidente de tráfico y está en urgencias.

La habitación empezó a girar y Daniel tuvo que sujetarse a la mesita del teléfono para no caer. -¿Ha sido muy grave? –preguntó con un hilo de voz.

-No sabemos aún. –respondió Amelia. –Está inconsciente, una pierna rota y un fuerte golpe en la cabeza. Estamos esperando a que le hagan pruebas...

-Voy para allá. –dijo Daniel y colgó antes de que Amelia pudiera replicar. Salió de la casa dando un portazo en busca de un taxi que lo llevase al hospital más cercano. En su aturdimiento, Daniel no le había preguntado donde se encontraba y sus manos temblaban demasiado como para sostener siquiera el móvil y volver a llamarla.

Empezó a caminar con las manos metidas en los bolsillos, sintiéndose un miserable. No tenía que haberse marchado así. Al menos tenía que haberle dicho que volvería. ¿Cómo había podido ser tan rastrero? Recordó la agria discusión que tuvieron antes de irse. Agitó la mano llamando a un taxi que pasaba con la luz verde que indicaba que estaba libre. El coche se paró junto a él en la acera y Daniel subió y le indicó al taxista que lo llevase al hospital.

La enorme sala de espera de urgencias olía a desinfectante y a desesperación, como la que el sentía en aquel momento. Divisó la cabellera rubia platino de Amelia al fondo del pasillo y se dirigió hacia ella casi a la carrera.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora