21. Ella es y será todo para mí.

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"Ella es y será todo para mi

por hacerme sentir bien tal como soy

por llenarme de caricias cuando quiero descansar.

Dónde ella esté estará también mi hogar

ella es y será todo para mí.

Y quizás no sea mejor que las demás

pero yo siempre la encuentro cuando

la quiero encontrar.

Me hace sentir como un hombre cuando

sé que está ahí.

Ella es y será todo para mí..."


Pasaron las semanas y tanto la pierna como la cabeza de Anna empezaron a sanar. Daniel tuvo que reincorporarse al trabajo, pero se turnaba con Amelia, Marta y los demás amigos del comedor, que sacaban tiempo para cuidar de Anna cuando él no podía estar con ella. Los médicos habían dicho que la hinchazón de la cabeza remitiría poco a poco y en ese momento, estaban de nuevo en el hospital, para quitarle a Anna las grapas de la operación. Acababan de hacerle una radiografía y estaban esperando, Daniel, Amelia y ella para que la llamasen a la sala de curas.

Daniel se llevó la mano a la cartera y le alargó a Anna una estrecha tira de papel fotográfico. Ella lo miró extrañada.

-Tu madre me dijo que en un arrebato de rabia, rompiste tu copia y que te arrepentías de ello. Te he sacado una copia nueva, para que no olvides el momento en que supe que te amaba más que a nada en este mundo. –le alargó la foto y ella la tomó entre sus manos. Su rostro se iluminó al verlos a ellos dos, sentada ella sobre su regazo, mirándose con amor, haciendo muecas y riéndose como locos en el interior del viejo fotomatón que había en la puerta del bar de Blas. Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Anna, que se apresuró a limpiar con la mano. Habían pasado tantas cosas desde que se hicieran aquella foto, en la Calle Mayor... Cosas buenas y malas, pero quería pensar que más buenas que malas, en conjunto. Echó los brazos al cuello de Daniel, sentado a su lado y lo besó con infinita ternura, aún con la fotografía en su mano. Amelia los miró, extrañada. Anna, sin decir nada, le enseñó el bonito detalle que Daniel acababa de tener con ella. La madre de Anna les sonrió dulcemente a los dos, justo cuando el nombre de Anna salía en la pantalla que le correspondía en la pared de la sala de espera y la megafonía la llamaba, para acudir a la sala de curas

Metió apresuradamente la foto en su bolso y se sostuvo precariamente sobre las muletas, con Daniel agarrándola por la cintura con ambas manos, para que no perdiera el equilibrio. De buena gana la habría tomado en sus brazos para ayudarla, pero ella le había prohibido taxativamente que lo hiciera en público. Se moría de vergüenza solo de pensarlo.

Una vez dentro, una enfermera le cortó el yeso y descubrió su pierna herida, con 15 grapas que cerraban la herida de la operación, desde debajo de la rodilla hasta la espinilla. Amelia retiró la mirada con discreción, pero Daniel no era aprensivo y miró aquella herida que le dolía tanto como si la tuviera en su alma, pues no dejaba de sentirse culpable por ella. La enfermera procedió a quitar las grapas con un quitagrapas quirúrgico. A Anna apenas le dolió en contra de lo que pensaba, y dejó una herida sonrosada a medio cicatrizar. Cuando la estaba desinfectando con solución yodada, llegó el médico, a quien Anna casualmente conocía de sus tiempos en urgencias.

-Hola Anna. –saludó jovialmente el doctor Armenteros. –Veo que te vas recuperando muy bien. –sonrió afectuosamente y miró el estado de la herida. –Acabo de ver tus radiografías y los huesos se están consolidando bien. En unos quince días deberías empezar la rehabilitación. –Anna asintió con la cabeza. –Mientras tanto, para que en tu centro de salud puedan hacerte las curas diarias, te pondremos una férula de yeso y vendaremos la extremidad. –el hombre apretó cariñosamente el hombro de Anna. –Para que no tengas que pasar por consulta y así agilizar el tiempo de espera para los demás pacientes, te traigo los informes y la solicitud de la cita para el médico de rehabilitación. Calculo que en un par de meses volverás a hacer vida normal, cuidando no hacer ejercicios bruscos, claro. En casa, procura ir apoyando poco a poco el pie. Si te duele, paras. –se inclinó para darle dos besos formales en las mejillas. –Me alegro mucho de verte, enfermera. Sigue así y pronto volveremos a vernos por urgencias. –Anna le agradeció la consulta con una sonrisa y soportó estoicamente como su compañera de profesión le ponía la media y el algodón, justo antes de mojar varios rollos de venda enyesada y colocarle la férula que debía llevar durante unos días.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora