12. No hay mañanas

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"...Antes me acuesto otra vez

y lo comienzo de nuevo

pero no permito a un día cualquiera

tomarme el pelo

¿Dónde te dejaste el alma?

¿A quién vendiste el corazón?

No hay mañanas, no hay mañanas

Hoy es hoy

¿Cuándo se apagó la llama?

¿Cuándo el fuego y el calor?

No hay mañanas, no hay mañanas..."


Estaba en el taller, ultimando la reparación de aquel complicado equipo que al fin había podido reparar cuando se detuvo un momento para tomar su móvil y llamar a Sara. Ella respondió al teléfono al tercer tono.

-Hola Sara. –empezó Daniel, muy serio. –Me gustaría hablar contigo. ¿Te parece bien en media hora en el bar de Blas? –ella asintió al otro lado de la línea telefónica. –Gracias. Allí estaré. –colgó y se quedó un buen rato, mirando el móvil, como si tuviera la respuesta a todas sus dudas. Luego se levantó y pidió permiso a Tomás para salir un poco antes y se encaminó hacia el punto de encuentro que había propuesto a Sara.

-¿Cuándo te vas? –Daniel miró ceñudo a Sara mientras sujetaba fuertemente su vaso de cerveza. Se habían sentado en una mesa vacía del bar, atestado, pues era la hora de comer y habían pedido bebidas y algo para picar.

-Mañana. –replicó Sara igual de seria. -¿Para qué me has llamado?

Daniel miró a su vaso y se mantuvo en silencio durante unos minutos. Luego alzó de nuevo la vista para mirar a Sara. –Me voy contigo. –Sara abrió unos ojos como platos y se quedó boquiabierta. –Pero no para siempre. Mi vida está aquí, como sabes y no voy a abandonarla. Pero echo muchísimo de menos a las niñas y quiero verlas. –Sara se recuperó de la impresión y asintió con la cabeza. –Dime en que vuelo tienes la reserva, para mirar si quedan plazas. Ya he reservado habitación en un hostal decente. No me puedo permitir mucho más.

-Puedes quedarte en mi casa. Así las niñas te verían todo el día. –ofreció Sara esperanzada. Daniel negó con la cabeza.

-Prefiero quedarme en un hostal. No quiero que se ilusionen con mi vuelta y piensen que es definitiva. Si me quedo en tu casa pueden pensar que hemos vuelto y no quiero desilusionarlas, cuando tenga que venir de vuelta.

Sara asintió esta vez. No se le ocurría nada en aquel momento para convencerlo de que se quedase en su casa, pero quizá cuando viera a sus hijas, cambiase de opinión. Se dedicaron a comer en un silencio incómodo, roto solo por frases relacionadas con el vuelo a tomar y los preparativos que debían hacer para el viaje. Se despidieron amistosamente después de comer y Daniel regresó al trabajo. Pasó toda la tarde abstraído en sus pensamientos, después de hacer la reserva por internet, en el mismo vuelo de Sara, afortunadamente quedaban plazas libres. Tomás le había dado un generoso sobresueldo aquel mes, por todo el trabajo que había hecho en aquel equipo del demonio que tanto trabajo les dio y gracias a eso, podría pagar el viaje sin tener que tocar el dinero que todos los meses enviaba a sus hijas.


Sara hizo el equipaje en su habitación del hotel con una sonrisa en los labios. Había conseguido lo que se proponía cuando vino a buscar a Daniel. Llevárselo con ella. Él le había dicho que sería una visita temporal, pero confiaba lo suficiente en sí misma como para hacer que fuera permanente. Después de todo tenía un arma infalible de su parte: sus hijas. Con eso y otras cosas, confiaba desarmarlo totalmente y que no regresase, como había sido su intención desde un principio. Se acercó a la puerta de la terraza con un suspiro y agarró su bolso de encima de la mesa que había al lado y salió cerrando suavemente la puerta, para dar un paseo. La tarde invitaba a disfrutar de la ciudad.

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora