11. Dime por qué

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"Quién decide lo mejor para los dos, si es que tiene esa opción

Nunca sabes si romperlo todo o esperar viento a favor

Todo aquello que se va cuando se va, lo hace para no volver

Y si por una de estas vuelve nunca se parece a lo que fue

Dime por qué, dime por qué todo se complica y bien

Dime por qué, dime por qué, cuanto más se necesita hey..."


Aquella noche hicieron el amor como casi todas las noches desde que habían empezado su relación, pero aquella noche había un toque de desesperación en todas sus caricias, un toque de apremio, de miedo, de pérdida. El abrazo fue más apasionado que de costumbre y al terminar, los dos se quedaron dormidos enlazados, en silencio.


A las doce de la mañana siguiente, Daniel, puntual, estaba en la puerta del bar de Blas, esperando junto al viejo fotomatón en el que una vez se había hecho fotos con Anna. Sonrió al recordarlo. Fiel a su costumbre, Sara se retrasaba. Tardó un buen cuarto de hora en llegar y al acercarse lo vio apoyado en la pared con una rodilla flexionada y el pie apoyado en el zócalo del bar. Pensó que seguía siendo tan guapo como lo recordaba, con su camisa blanca, vaqueros oscuros y zapatillas y algo se removió dentro de ella. Al verla se adelantó a recibirla.

-Hola. ¿Quieres que tomemos algo? –saludó Sara, haciendo un gesto con la mano en dirección al bar.

Daniel sacó su móvil del bolsillo trasero de los vaqueros para mirar la hora y lo volvió a guardar antes de hablar. –No, aún es temprano. Caminemos. –no hizo mención a su retraso. La conocía y sabía que no tenía objeto hacerlo.

Comenzaron a pasear por la calle, en silencio durante un buen rato. Esa mañana Sara llevaba el negro cabello suelto y un vestido floreado bastante corto con sus sandalias de tacón. Daniel caminaba con las manos metidas en los bolsillos, mirando al suelo, mientras que ella asía nerviosamente la correa de su bolso.

-Dime por qué has vuelto. –murmuró el sin levantar la vista del suelo.

Ella lo miró ofendida. -¿Tienes que ser tan seco, Daniel?

Daniel alzó la vista para lanzarle una mirada irónica. –Sí. Después de todo yo no fui quien salió huyendo con las niñas cuando las cosas se pusieron feas...

Sara puso los ojos en blanco y se detuvo. -¿Tenemos que hablar otra vez de eso? ¿Acaso no recuerdas que también son mis hijas? ¡Me fui porque aquí no quedaba nada para nosotras y alguien tenía que sacarlas adelante!

Daniel acusó el golpe bajo abriendo mucho los ojos y palideciendo. –Hice todo lo posible y lo sabes. –siseó con una mirada peligrosa en sus ojos. –No te reprocho que hayas sacado adelante a mis hijas, te reprocho que te las llevaras lejos de mi lado y me dejaras solo...

-Ya no había nada entre nosotros tampoco. –replicó ella con valentía, sosteniéndole la mirada. –En aquel momento pensé que era lo mejor para todos.

-¿Y por qué vuelves ahora? –volvió a preguntar Daniel, aún más secamente que antes.

-Cómo te dije anoche. –lo miró de soslayo. –He venido a buscarte. Creía que podrías venirte a las islas a buscar allí la vida... Pero veo que aquí ya has hecho la tuya...

-Sí, con una mujer buena y honesta. –la interrumpió el. -¿Por qué no has traído a las niñas? –preguntó por enésima vez.

Sara se revolvió nerviosa. –Creía que estabas en la calle y no quería que te vieran así... -volvió a mirarlo. –No quería que vieran a su padre convertido en un mendigo...

Segundas Vidas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora