"Hay vidas pequeñas vidas gigantes
Hay vidas montaña hay vidas guisante
Vidas que caben dentro de un puño
Vidas que encierran un mundo, mil mundos
Hay vidas opacas tristes y oscuras
Vidas que brillan como la luna
Vidas que huelen a menta y canela
Vidas que apestan hasta el que las lleva
Grita fuerte qué esperas de mí, grítame qué esperas de mí
Ahora que estás sentada y sin reír y si es posible coincidir
Grita fuerte qué esperas de mí, grítame qué esperas de mí
Ahora que estoy sentado y sin reír qué esperas de mí..."
Dos meses después, otra vez en pleno otoño, Daniel tomó por fin posesión de su plaza. Empezando a trabajar para el ayuntamiento. Seguía sin poder contactar con Sara, así que ni ella ni sus hijas pudieron estar presentes en el pequeño acto que se organizó para toma de posesión. Si estuvieron Anna y todos sus amigos, incluidos su antiguo jefe, Tomás, quienes le aplaudieron como si fuera una estrella de rock cuando subió al pequeño estrado para recoger su contrato firmado en una carpeta roja, lacrada, de manos del alcalde.
Después se fueron todos a celebrarlo a un restaurante, como si se tratara de una boda. Anna ya había dejado las muletas y pudo incluso bailar con él. Esta vez no puso ningún impedimento cuando se lo pidió e incluso se besaron en un par de ocasiones durante la danza, bajo las miradas y sonrisas de sus amigos. Eran felices, muuuy felices. Pero a Daniel le seguía doliendo en el corazón el no ver a sus hijas. Era una espina clavada en su alma y Anna lo sabía. No hacía más que darle vueltas a la cabeza para encontrar una solución. Pero en ese momento, estaba concentrada en disfrutar de su éxito con él, sabía que no había nadie en el mundo que lo mereciera más que él.
Se separaron riendo y comenzaron a bailar un tema moderno, meciéndose al ritmo de la música sin dejar de mirarse. Era una noche especial y maravillosa, que ambos sabían que solamente podía terminar de una forma. Celebrándolo en la cama por todo lo alto, como así fue.
Al día siguiente, Daniel se incorporó a su puesto. Su supervisora le indicó cuál era su cubículo y la mejor forma de hacer su trabajo. Conoció a algunos compañeros y todos le felicitaron y lo acogieron con cordialidad. Lo habían destinado al CPD del ayuntamiento, como técnico de sistemas, trabajo que había realizado durante muchos años en el sector privado, así que pronto se sintió como pez en el agua, terminando su jornada laboral sintiendo que se le había pasado en un suspiro. Adoraba su trabajo y se sentía feliz por poder realizarlo.
Cuando llegó a casa, soltó su maletín con su portátil y encontró a Anna en el salón, sonriente, con una carta en la mano.
-Me incorporo el mes que viene. –dijo echándose en sus brazos. Por un momento, el no supo a qué se refería. Puso cara de ignorancia y ella se lo aclaró. –A mi puesto en urgencias, cariño. Parece que vienes un poco espeso hoy. ¿Qué tal tu primer día?
-¡Genial! –sonrió el a su vez. –Todos me han acogido con mucha cordialidad. Parece que me voy a adaptar bien. Ya he realizado ese tipo de trabajo. –la besó fugazmente en los labios sin soltarla. –Enhorabuena por tu regreso al trabajo. Sé que estabas deseando hacerlo. Después de todo, ya has terminado tu rehabilitación y estás mucho mejor.
Ella asintió con la cabeza, soltándose de su abrazo, agarrando su mano y realizando un giro de baile sobre su pierna curada para demostrarle que ya estaba completamente bien. Ambos rieron como adolescentes ante la ocurrencia.
-¿Qué vamos a hacer con el comedor? –preguntó Daniel con curiosidad.
Anna lo miró con dulzura. –Pues colaborar como podamos, como hemos hecho hasta ahora. Tendremos que establecer una rutina. Yo con los cambios de turno, guardias... voy a tenerlo un poco más complicado, pero tú puedes ir para las cenas si quieres.
Daniel asintió con la cabeza, era una buena idea. –También tengo que solucionar lo de la vacante de la tienda de Tomás. Creo que tengo a alguien, pero tengo que localizarlo primero a ver si quiere el trabajo. Luego hablaré con Tomás a ver que dice, no quiero dejarlo tirado después de todo lo que ha hecho por mí.
Se dirigieron a la cocina para comer, abrazados por la cintura, hablando de sus planes para el futuro y como resolver los pequeños problemas que se les estaban presentando. Planeando poco a poco, como iba a ser su nueva vida.
Poco después, Daniel le dio a Anna la sorpresa de su vida. Una noche, después de volver del comedor los dos juntos, andando, justo después de entrar a la casa y derrumbarse de cansancio en el sofá, le tendió a su novia una cajita negra, como las que envuelven a las joyas. Anna lo miró sorprendida.
-¿Qué es esto? –el estómago se le hizo un nudo, pues no podía ser lo que ella pensaba, bueno, lo que cualquier mujer piensa cuando su amado le entrega una cajita de ese estilo. Amaba a Daniel, pero aún llevaban demasiado poco tiempo para tomar ninguna decisión definitiva en cuanto a su relación. Tomó la cajita en sus manos y la abrió. Dentro había unas llaves. Concretamente unas llaves de coche. Anna lo miró con la boca abierta, pidiendo una explicación.
-Ve al garaje. –le dijo sencillamente Daniel.
-Anna, aun sin palabras, se puso en pie e hizo lo que él le pedía. Con Daniel pisándole los talones fue al garaje de la casa y encendió la luz. Allí encontró un flamante coche rojo, igual al que había perdido en el accidente. Totalmente nuevo. De la emoción, se le cayeron las llaves al suelo. Daniel las recuperó y abrió el vehículo para que ella pudiera inspeccionarlo, abriéndole galantemente la puerta.
-Te has pasado. –murmuró Anna en voz baja. –No puedo aceptarlo. Es demasiado. No puedo aceptar un coche nuevo, Daniel. Tienes más gastos ahora y la pensión de tus hijas y colaboras en los gastos de la casa. No, esto es demasiado...
-Mereces mucho más, mi dama. –repuso el mirándola y sonriendo. –Puedo con este gasto. Yo no necesito coche para ir al trabajo, pues puedo ir en bus, pero para ti, hacerlo es una pesadilla. Míralo así, será el coche familiar. Si en un futuro se necesita, se cambiará por uno más grande y ya está. –cortó con un gesto su réplica. –Tu madre tenía razón. Gano más de tres veces más que trabajando con Tomás, puedo hacer frente a todos mis gastos e incluso ahorrar una bonita suma todos los meses. Así que no te preocupes. Este coche es tuyo. Y no admito discusiones ni réplicas.
Superada por la emoción, Anna se echó a llorar como una tonta y corrió a sus brazos. Estuvo así un rato, abrazada a él, llorando. Cuando por fin pudo hablar, le contó el motivo de su llanto.
-Hacía tanto tiempo que nadie hacía algo así por mí... -lo miró con los ojos velados de lágrimas aún. –No lo sabes, pero el otro coche me lo regaló Pablo. Y ahora tú tienes su mismo detalle... ¡Ay, Dios, esto es demasiado! –volvió a hundir la cabeza en su hombro, tratando de calmarse. Las lágrimas también acudieron a los ojos de Daniel al ver que el regalo que acababa de hacerle, significaba tanto para ella. Así permanecieron largo rato, abrazados en silencio en el garaje.
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Segundas Vidas (COMPLETA)
RomanceAnna y Daniel, ella viuda precoz, el desahuciado de su casa y de la vida. Se conocen en un comedor social donde ella es voluntaria y el usuario. Entre ollas y cartones nace una historia de amor de hoy en día, marcada por la crisis, las penurias, las...